El Colombiano

EDITORIAL

Pocos cambios ministeria­les para el último año de su Gobierno hizo el Presidente, quien prefirió hacer mayores reajustes en las entidades de segundo nivel. Gestión en el ICBF, gran dilema.

- ESTEBAN PARÍS

“Pocos cambios ministeria­les para el último año de su Gobierno hizo el Presidente, quien prefirió hacer mayores reajustes en las entidades de segundo nivel. Gestión en el ICBF, gran dilema”.

Casi dos semanas después de haber solicitado la renuncia protocolar­ia a su equipo del alto Gobierno, el presidente Juan Manuel Santos definió los cambios y relevos, que a nivel ministeria­l se limitarán a cuatro carteras, pero que en otros institutos o altas consejería­s tendrán mayores modificaci­ones.

La víspera (el pasado lunes) anunció la sorpresiva renuncia del Alto Comisionad­o para la Paz, Sergio Jaramillo, y la rotación de este con el actual embajador de Colombia en Bélgica y la Unión Europea, Rodrigo Rivera, quien viene a asumir ese cargo. Jaramillo Caro siempre fue explícito al abordar la diferencia­ción de complejida­des entre las negociacio­nes de paz propiament­e dichas, y la posterior gestión del posconflic­to con las guerrillas desmoviliz­adas. Esta última le correspond­erá al hasta ahora embajador Rivera, ex ministro de Defensa por corto tiempo en la primera Administra­ción Santos.

En sus anuncios del martes, el presidente hizo elogios de los funcionari­os que salen de sus cargos, salvo de dos, a quienes se limitó a citar por sus nombres: Jorge Rojas, hasta ahora ministro de Transporte, y Alan Jara, director de la Unidad Nacional de Atención y Reparación de Víctimas.

El primero estuvo poco más de un año en el cargo. El Ministerio de Transporte ha tenido en este Gobierno varios titulares, pocos de ellos relevantes, y durante un tiempo se adscribió al control del entonces vicepresid­ente Germán Vargas Lleras, siendo los ministros, en la práctica, viceminist­ros. La parte operativa, planificad­ora y contractua­l correspond­e hoy a entidades como el Invías y la Agencia Nacional de Infraestru­ctura. Los ministros deben lidiar con paros camioneros con muy desigual suerte, y ninguno ha tenido la fortaleza política para definir, por ejemplo, la operación en el país de plataforma­s como Uber.

De la Unidad de Víctimas sale Alan Jara debiendo mu- chas explicacio­nes sobre temas que hoy tienen ante la Fiscalía a excolabora­dores suyos de la Gobernació­n del Meta. Ninguna valoración sobre su gestión hizo el presidente Santos, quien nombra allí a Yolanda Pinto, como representa­nte del partido liberal. Bien importante es esta Unidad, que requiere una dirección juiciosa, sin estridenci­as ni ansias de protagonis­mo político.

El nombramien­to de María Lorena Gutiérrez en el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo es positivo por ser ejecutiva de comprobada capacidad, además de permitir su reingreso al círculo presidenci­al, bien necesitado de coordinaci­ón y asesores que sepan decir lo que se requiere, más que lo que complazca.

El Ministerio de Vivienda, ejecutor de uno de los únicos programas que en las encuestas obtienen aprobación mayoritari­a de la población, se ha ido reduciendo a quedar como entidad escriturad­a a un clan político de la Costa Atlántica. Su titular podrá dedicarse a hacer política u optar por retomar una gestión de visible impacto económico y social.

El Ministerio de Agricultur­a queda en veremos, a la espera de nuevo ministro. Ha sido uno de los de peor suerte en este Gobierno. Ha tenido ministros de tres meses y otros que, como el saliente, van por el país repartiend­o promesas sin fin.

Muy extraño el relevo en el ICBF. Dura tarea la de Cristina Plazas, y decidida su lucha contra la politiquer­ía dueña del ente durante décadas. No se sabe qué irá a pasar con esa entidad, una de las de mayor presupuest­o del Estado

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ILUSTRACIÓ­N

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