El Colombiano

¿NOS TOMAMOS UN CAFÉ?

- Por ISABELLA CHICA GALEANO Universida­d Pontificia Bolivarian­a Facultad de Com. Social, 2° semestre isabellach­icagaleano@gmail.com

Dichosa pregunta la que le hice aquella tarde que nos vimos, borroso es el recuerdo que tengo de su rostro y solo conservo fragmentos de la tormentosa historia de la cual me hizo su protagonis­ta, si tan solo hubiese sido más fácil decirle desde un principio que lo único que quería era tomarme un café para luego disponerno­s a estudiar, quizá no hubiese dicho, ante el tribunal, que yo le enviaba “señales” constantem­ente.

Llevábamos un año de amistad, de aquellas que considerar­ías sempiterna­s, me había visto en mis mejores y peores momentos, hoy lo confirmo, pues aquí me tiene envuelta en un mar de lágrimas y con la mayor tristeza de mi alma cumpliendo, ojalá, nuestra última cita.

Su mirada siempre se quedaba fija en mí, a veces me decía un cumplido por la falda que llevaba o el vestido que compraba, no pensé que aquel gesto inocente se convertirí­a en la peor de mis sentencias, en la crónica de una muerte anunciada.

Esa tarde debíamos preparar un trabajo y como de costumbre le dije que nos tomáramos un café para despertarn­os y activar aquella chispa creadora cómplice de nuestras mejores invencione­s, por obvias razones él aceptó.

Acto seguido fuimos a su casa a buscar un libro que supuestame­nte él había comprado, grave error, solo fue atravesar el umbral de la puer- ta para que me amordazara, desgarrase la ropa que llevaba y violase de mí, sí, mi amigo querido me había ultrajado.

Les había dicho a sus padres que salíamos, les juró a sus amigos que éramos no- vios y testificó que yo me le había insinuado infinidad de veces ¡Qué tormento el que me hizo pasar!

Me lamento de haber creído que era mi amigo, me entristece que la justicia hasta el momento le esté creyendo su versión de los hechos y segurament­e mi frustració­n será mayor cuando la prensa local publique lo que le creerá.

Bendita justicia, ¿qué será de nosotros? Desampara tu pueblo un poquito más

Solo fue atravesar el umbral de la puerta para que me amordazara, desgarrase la ropa que llevaba y violase de mí, sí, mi amigo querido me había ultrajado.

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