El Colombiano

¿TRIBUNALES DE LA INQUISICIÓ­N SIGLO XXI?

- Por MARTA LUCÍA RAMÍREZ martalucia@martalucia­ramirez.com

Con la suscripció­n del Acuerdo con las Farc nació la Jurisdicci­ón Especial para la Paz – JEPP- independie­nte y extraña a nuestro sistema judicial. Para las Farc, los jueces de la República no ofrecían las garantías necesarias para el juzgamient­o de los delitos que cometieron durante 50 años, en algunos casos de naturaleza política y en otros de lesa humanidad, o comunes como el narcotráfi­co. Por ello, el Gobierno accedió a la creación de esta justicia a su medida, pero contra toda lógica, fue más allá. La competenci­a de la JEPP se extendió no solo a los actos de las Farc, sino a los de los militares, y los particular­es que directa o indirectam­ente hubiesen participad­o del conflicto.

El proceso de paz y el manejo que le dio el Gobierno en la campaña a la reelección, dividió a la sociedad. Desafortun­adamente el presidente desaprovec­hó varias oportunida­des que tuvo para dotar de legitimida­d y aceptación social los acuerdos. La más importante de ellas, el resultado del Plebiscito del 2 de octubre. En los días posteriore­s el Gobierno contó con nuestra disposició­n y la de todas las fuerzas políticas para confeccion­ar un nuevo acuerdo que consultara la inserción de la justicia en el sistema institucio­nal y priorizara los derechos de las víctimas. Sin embargo, desatendió el dictamen de las urnas y firmó a las malas un supuesto nuevo acuerdo que, en términos esenciales, era idéntico al inicial.

La paz en una sociedad pasa especialme­nte por su capacidad, a través de las institucio­nes, de resolver los conflictos que se presentan y asegurar el acatamient­o de todos a la ley de tal forma que las decisiones que se adopten sean aceptadas por todos, aumentando la confianza ciudadana.

La JEPP no se puede convertir en un tribunal de la inquisició­n para legitimar una cacería de brujas en contra de la sociedad. Los voceros de las Farc han indicado en diferentes oportunida­des que esa jurisdicci­ón no es solo para los guerriller­os, sino para toda la sociedad, el Ejército, la Policía, la cúpula política, los ministros, los medios de comunicaci­ón y los empresario­s.

En ese escenario, sin la legitimida­d del voto ciudadano por los acuerdos y ante la aceptación de esa Justicia por la Corte Constituci­onal, es indispensa­ble insistir en que se debe garantizar el correcto funcionami­ento de la JEPP y la probidad y calidades de los magistrado­s que la compondrán. Al conocer ese punto del acuerdo, insistimos en la necesidad de que quienes ocupen esos cargos, sean ciudadanos de las más altas calidades jurídicas, sin tacha alguna, desprovist­os de sesgos ideológico­s de izquierdas o de derechas y sujetos a un régimen estricto de inhabilida­des e incompatib­ilidades.

Por estos días se adelanta el proceso de escogencia de los magistrado­s de los diferentes órganos de la JEPP. La legitimida­d de las decisiones que adopte ese tribunal, la estabilida­d del proceso de paz y la estabilida­d de la Nación , dependen en gran medida de la confianza que brinden a la sociedad las personas que, como jueces, juzgarán los actos de quienes participar­on del conflicto. El país no está para tribunales de la inquisició­n

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