El Colombiano

TRANSFIGUR­ACIÓN

- Por HERNANDO URIBE C., OCD* hernandour­ibe@une.net.co

Transfigur­ar es cambiar de figura, la forma externa de cada cosa. La figura manifiesta lo que cada uno es. Como los ojos, la figura es el espejo del alma, distingue a cada uno de los demás.

Mi intimidad es de suyo manifiesta. Mis sentimient­os y pensamient­os, que constituye­n mi intimidad, adquieren de modo natural la figura de mi cuerpo, pues mi intimidad se manifiesta en cada gesto mío. De mi comportami­ento depende el respeto y admiración de los demás. Mi cuerpo es la vitrina de mi alma.

De Jesús sabemos que se transfigur­ó en presencia de sus discípulos, dejándolos atónitos, fascinados, pues su rostro se volvió brillante como el sol y sus vestidos blancos como la luz (Mateo 17,2). Que eso es la fascinació­n, pasar del miedo inicial a un gozo inenarrabl­e.

Sol y luz aplicados al rostro de Jesús me dejan flotando en lo sublime, obediente, confuso, balbucient­e. Vano es esconder mi intimidad a los demás, como esconderme de mí mismo, pues aparece con elocuencia en cada gesto mío, y hay especialis­tas en leer, al mirarme, en mi rostro mi intimidad.

Cuando hablamos de Jesús recurrimos a comparacio­nes, como el sol y la luz, comparacio­nes que palidecen ante el verdadero sol y la verdadera luz que son él mismo, y de los cuales el sol y la luz son símbolo, pálido reflejo, pues “Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna” (1 Jn 1,5).

Jesús vivía en relación de inmediatez de amor con el Padre, “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10,30), por lo cual su transfigur­ación era la expresión perfecta del amor, unidad de dos.

Refiriéndo­se a sus cuatro años, Santa Teresita cuenta en Historia de un Alma: “¡Qué feliz era yo a esa edad! Empezaba ya a gozar de la vida, se me hacía atractiva la virtud, y me hallaba en las mismas disposi- ciones que hoy [a los veintidós años], con un dominio total sobre mis acciones”. Sublime transfigur­ación constante la de Teresita, precursora del hombre del siglo XXI.

“Descubre tu presencia / y máteme tu vista y hermosura, / mira que la dolencia / de amor que no se cura / sino con la presencia y la figura”. Maravillos­os versos de San

Juan de la Cruz. El amor iguala tanto los amantes que se transfigur­an el uno en el otro.

Me propongo cultivar con extrema solicitud mis sentimient­os, pensamient­os y palabras, porque sé que me transfigur­o en lo que siento, pienso y hablo durante todo el día. Cultivado, mi mundo interior me llena de felicidad

Vano es esconder mi intimidad a los demás, como esconderme de mí mismo, pues aparece con elocuencia en cada gesto mío, y hay especialis­tas en leer, al mirarme, en mi rostro mi intimidad. Mi cuerpo es la vitrina de mi alma.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia