SOBRE TERMÓMETROS ALTERADOS
Estación Fiebres Diversas, en la que los clientes deliran, gritan, trasbocan y lucen toda clase de náuseas, sudan sebo, se ponen verdes y color cera de lo pálidos. Allí se tiembla y se pierde el equilibrio, aparecen cuadros del infierno con diablos chiquitos y grandes, unos torcidos y otros con la boca abierta, pasan mesías corriendo y no los coge nadie, ante mujeres y hombres que viven en tiempos revueltos y entre héroes comprometidos con pasados policiacos cuando no con historiales sicoanalíticos propicios para un cuento de Bru
no Schulz, el de “Las tiendas de color canela”, donde de una habitación se pasaba a otra, pero no en línea (o crujía) sino inmersos en una especie de caja china, o sea que el espacio donde estaba parado el personaje contenía a su vez otro más pequeño y este otro y así, y quien estaba ahí parado o clavado se iba hundiendo a medida que deliraba, convivía con memorias recorta- das y deseos hinchados y listos a soltar la pus, etc. Y a todo esto, termómetros indicando temperaturas o mintiéndolas.
Los cambios climáticos, debido a la contaminación y el uso inadecuado de recursos, se han ido convirtiendo también en cambios políticos, quizá por aquello de que lo que pasa, nos pasa. Así que mientras el sol rechina sobre toda clase de superficies, secando y produciendo incendios y la codicia económica ayudando en esto de devastar, también arden los cerebros (son superficies afectadas) y las ideas que brotan son malicientas, agresivas, calientes y se desmadran cuando entran en los ejercicios de poder, que ya no se ejercen en nombre de ideologías (la izquierda y la derecha son meros referentes de calor) sino de oportunismo, gritando, amenazando, creando emociones en la masa y, como en todo cambio climático desordenado, puede esperarse cualquier cosa, pues no hay control ni probabilidad sino horno.
Los termómetros que estamos enfrentando son varios, unos con la línea roja en lo alto (¿cuánta fiebre podrá aguantar Venezuela? ¿Cuánta la Casa Blanca? ¿Cuánta nuestro delirio jurídico?) y otros marcando bajas temperaturas (las de los rusos, por ejemplo), pero ninguno con la temperatura adecuada. Así que se pasa de lo helado a lo caliente (como en las versiones del infierno), propiciando cambios imprevistos. Y en medio de estos juegos de temperatura, los ciudadanos, algunos semi-vacunados (los que dejan de informarse) y otros alterados por profetas, extraterrestres, pastores que ejercen de lobos, apostadores y bueno, algunos termómetros están a punto de reventarse y otros ya parecen meros vidrios alargados, indicando temperaturas sospechosas (criogénicas). Mientras tanto hace calor intenso y frío.
Acotación: los termómetros indican la medida de calor, pero también son los indicativos de enfermedad. Y si hay fiebre o hipotermia, lo que pasa está medido por el delirio, que es una forma surrealista de ver la realidad. Y esto me hace recordar el cuadro de René Magritte, titulado Golconda, donde llueven muchos hombres sin tener certeza de tocar el piso
Y si hay fiebre o hipotermia, lo que pasa está medido por el delirio, que es una forma surrealista de ver la realidad.