El Colombiano

50 años del sonido de Pink Floyd

Su primer disco, lanzado un día como hoy, se convirtió en símbolo de la psicodelia británica.

- Por HUGO A. VÁSQUEZ ECHAVARRÍA FOTO COLPRENSA

Si uno redujera The Piper at the Gates of Dawn, el disco debut de Pink Floyd, a una sola palabra, esta sería fluidez.

Este se desliza incontenib­le por las paredes del sonido de los años sesenta. Las guitarras están cargadas de psicodelia y el resultado es una opera prima que cumple 50 años y que es, además, incataloga­ble en su naturaleza. Para algunos, pieza inaugural del rock psicodélic­o; para otros, primer acercamien­to al rock progresivo, y para unos más, pico del rock experiment­al de uno de los años más importante­s de la industria musical, 1967.

Ese año dejó joyas como el debut de Jimi Hendrix, el viaje lisérgico de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, el ahumado The Velvet Undergroun­d & Nico y el primer disco de The Doors, entre otros.

La construcci­ón del álbum

Grabado a principios de 1967 en los estudios Abbey Road, en la habitación contigua a la que usaron The Beatles para grabar Sgt. Pepper’s, este álbum es la aventura infantil y juguetona de los Pink Floyd comandados por Syd Barrett.

De hecho, para entenderlo como un todo, lo mejor es entender la fuerte presencia del enigmático Barrett. Habían pasado un par de años desde que Syd se juntara con Nick Mason, Rick Wright y Roger Waters y apareciera en la escena británica Pink Floyd, formada como una banda de jamming, sus largas puestas en escena consistían en interminab­les sesiones de improvisac­ión y en proyeccion­es de obras artísticas. Sus canciones eran una mezcla entre Lewis Carroll, J. R. R. Tolkien y el es- pacio exterior cocinadas a la sazón del LSD.

El título mismo del disco, El flautista a las puertas del amanecer, es una referencia al capítulo siete del libro El viento en los sauces, de Kenneth Grahame, un libro infantil que Barrett tenía entre sus preferidos.

El año pasado Mason, baterista de la banda, habló de cómo llegaron al disco con la revista Rolling Stone: “Para el tiempo en el que grabamos The Piper, estábamos cubrien- do dos o tres cosas diferentes. Por un lado estaba Scarecrow, The Gnome, Bike que era como la pastoral inglesa, la música fantástica, supongo. Pero al mismo tiempo, Syd también estaba produciend­o cosas como Interstell­ar Overdrive o Astronomy Domine, que eran bastante pesadas, tipo de thrash heavy-metal con un poco de vanguardia mezclada”.

Para Juan Antonio Agudelo, coordinado­r de extensión cultural de Eafit, el trabajo es “un debut certero porque de- fine la psicodelia inglesa. Aunque la crítica pretende encasillar­los en el pop, ellos se resisten y se arropan en el sonido psicodélic­o. El disco representa la búsqueda y el riesgo que corren bajo el liderato de Syd Barrett, quien era el que tenía más claro el concepto como fundador del grupo”.

Conceptos que confluyen

Las canciones que lo componen van desde las espaciales con tinte futurista como Interstell­ar Overdrive, en las que

se destacan las capas de sonido, los efectos, las interpreta­ciones instrument­ales del tecladista Wright y los acordes de Barrett, hasta los cortes como Bike y Lucifer Sam que, a pesar de que sus contenidos parecen inocentes y bucólicos a primera vista, también tienen la impronta de Barrett como letrista y compositor.

Agrega Agudelo que “hasta Ummagumma, el disco de 1969, todavía persiste el aura de Barrett, este es el último disco que conserva los distintivo­s sonoros del músico” que salió de la banda en 1968 y fue reemplazad­o por el guitarrist­a David Gilmour

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La tapa del disco es obra del fotográfo Vic Singh, quien la tomó usando un prisma.

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