EL SIGNIFICADO DE “DESPACITO” EN LA EDAD DE TRUMP
El viernes “Despacito,” el éxito de los artistas portorriqueños
Luis Fonsi y Daddy Yankee, se convirtió en el video más visto en la historia en YouTube, con casi 3 mil millones de veces. Y llegó a ese momento más rápidamente que cualquier video musical en la historia, si combina la cantidad de veces que la gente escuchó la canción original o el video con una versión ‘remix’ que incluye la participación del cantante cana- diense Justin Bieber.
El ascenso de “Despacito” es increíble por varias razones: con la excepción de la introducción de Bieber, la canción es casi en español. (Despacito significa ‘lentamente’ y depende de cómo interpreta la letra, la canción se trata de lo que quisiera hacer lentamente a una persona que le gusta). La columna vertebral de la canción es el regueton, un estilo con raíces en Jamaica que se desarrolló en Puerto Rico y por mucho tiempo ha sido popular en América Latina, pero solo pocas veces ha logrado introducirse en el mundo de habla inglesa. El video tiene lugar en un barrio pobre de Puerto Rico llamado La Perla y cuenta con un elenco multiracial.
Y tal vez más notorio, la canción ha conseguido fama mundial en un momento en el que el nativismo está surgiendo, la ansiedad por las fronteras y la inmigración está aumentando, y la rama ejecutiva de este país parece dispuesta a volverlo más blanco.
El éxito de la canción resalta la perogrullada de que el alma que nos mueve a tantos, al son de la cual bailamos, que anima nuestras vidas, que de alguna manera nos une como comunidad global -la música pop- es lo contrario del nativismo. Es promiscua. No respeta fronteras ni se aferra a categorías raciales. Toma prestado caprichosamente, motivando la fertilización cruzada de culturas y estilos. Fluye con la energía de la diáspora africana.
Por supuesto que el éxito de la canción no significa que el proyecto del presidente Trump fracasará, o que el malgeniado nativismo se hará a un lado para abrirle espacio al feliz multiculturalismo. Muchas personas tal vez estarán dispuestas a ver un video hecho por artistas puertorriqueños pero no quieren un vecino hispanohablante.
Pero el éxito de la canción sí resalta una faceta de la humanidad que, por estos días, parece ensombrecido por tendencias más feas. Sabemos que los humanos pueden ser tribales, que rápidamente nos podemos organizar en grupos ‘in’ y grupos ‘out’, que podemos tratar a esos grupos ‘out’ cruel y hasta salvajemente.
Pero tenemos este otro lado que es curioso, que no se avergüenza por las diferencias sino que más bien encuentra inspiración en ellas. Un lado trascendente que se alegra por unir partes discrepantes, en creación, en juego.
Tome la misma canción “Despacito”. Comienza con una guitarra acorazada puertorriqueña llamada el cuatro, que probablemente descendió de un instrumento traído a España de África del Norte por los moros. El ritmo de regueton salió de Jamaica y, mucho antes de eso, probablemente se originó en África Occidental. Con el rap,
Daddy Yankee emplea una forma de arte desarrollada por afroamericanos urbanos, infundiéndola con la sensación única del español y la jerga puertorriqueños. Las letras deliciosamente sugestivas de Fonsi pertenecen sin duda a una tradición que se remonta a los trovadores de la España medieval y más allá. La canción es una fusión, un amalgama.
La innovación con frecuencia involucra la organización de piezas viejas en nuevas configuraciones. Empresas de tecnología, como Apple y Google, saben esto. Por lo tanto su énfasis en la polinización cruzada -sus espacios de trabajo y públicos abiertos diseñados para fomentar las mezclas.
Y recientemente esto también era como yo había concebido el proyecto estadounidense. Luego vino el Presidente Trump y la noticia de que algu- nos todavía veían a Estados Unidos como una nación cristiana fundamentalmente blanca con raíces europeas. ¿Qué significa exactamente qué? La genética moderna nos dice que los europeos son ellos mismos una mezcla de diferentes pueblos, una población de cazadores-recolectores mezclada con agricultores que, hace miles de años, emigraron de lo que ahora es Turquía (cerca de Siria), rematado con pastores de lo que hoy es la estepa rusa. El cristianismo, el supuesto pegamento de Europa, fue importado del Levante. Y estoy escribiendo esto en un idioma -inglés- que consiste en francés y latín injertado en una base anglosajona, salpicado de nórdico antiguo y un poco de celta.
Sí, las naciones existen. Sí, tienen fronteras. Sí, surgen culturas e idiomas distintivos. Hay ideas fundamentales que podríamos llamar occidentales. Pero cuando uno mira de cerca los límites que demarcan estas entidades supuestamente discretas, encuentra que son bastante porosas.
En la batalla por los corazones y las mentes representados por la música pop, por supuesto, todo esto es evidente. “Despacito” ha ganado el día