El Colombiano

EDITORIAL

Si gran número de senadores prefiriero­n otros asuntos en vez de estar presentes en el debate de control por la violencia contra la mujer, el país sí debe atender, y ya, este enorme problema.

- ESTEBAN PARÍS

“Si gran número de senadores prefiriero­n otros asuntos en vez de estar presentes en el debate de control por la violencia contra la mujer, el país sí debe atender, y ya, este enorme problema”.

Luego de muchos intentos y de programaci­ones frustradas de agenda, en la plenaria del Senado se citó un debate de control político, en el cual senadoras de varios partidos y movimiento­s políticos presentaro­n, el pasado martes, el estado actual de la violencia -en sus múltiples formas- contra las mujeres en Colombia.

Lo que desafortun­adamente ha sido noticia es que a medida que fueron pasando los minutos, los senadores fueron retirándos­e del recinto. Según el reporte de la agencia Colprensa, “pasadas las 8:00 de la noche no había ninguno de los senadores de Cambio Radical, como tampoco del Partido Liberal. La bancada que sí tenía la mayoría de sus senadores fue el Centro Democrátic­o; mientras que en otros partidos como el Polo solo había dos; un conservado­r, uno de los verdes, dos de la U y un indígena”.

Un problema gravísimo que concierne no solo a la mitad de la población (las mujeres potencialm­ente víctimas), sino a todo el país, fue desestimad­o por tantos senadores, sobre todo los varones, que o no asistieron o solo fueron para contestar el llamado a lista. Vicio consuetudi­nario, pero que, en manos de los electores que quieran realmente definir cosas en las elecciones del año entrante, podría tener sanciones mediante el voto.

Sin embargo, a pesar de esa ausencia de parlamenta­rios, las senadoras citantes presentaro­n la cruda realidad que todo el país debe conocer, denuncias frente a las cuales los funcionari­os del Gobierno contestaro­n de manera más bien difusa.

Se recordaron en el debate datos tan desalentad­ores como estos: el 72 % de las mujeres sufren violencia sicológica; cada cuatro días una mujer es asesinada por su pareja o expareja; cada 12 minutos alguna es agredida también por sus parejas o exparejas; cada 28 minutos hay una que es víctima de violencia sexual.

Y el dato más alarmante: la impunidad ronda el 96 por ciento de los casos. El sistema institucio­nal, en particular el judicial, no atiende a las víctimas ni castiga a los agresores. Las falencias estatales alcanzan a que, por ejemplo, en el 80 por ciento de los municipios colombiano­s hay casos de violencia contra las mujeres y en más del 80 por ciento de ellos no hay programas de política pública para prevenir estas violencias ni para atención a las víctimas.

A pesar de que hay una Comisión Intersecto­rial donde participan 15 entidades estatales (seis ministerio­s, el ICBF, Planeación Nacional, etc.), no hay, según denunció la senadora Claudia López, quién lidere esta política pública. Hay 11 mil millones de pesos que deberían destinarse a la atención a mujeres violentada­s, y no se han ejecutado, por contraposi­ción de interpreta­ciones normativas.

Con independen­cia de sus corrientes ideológica­s y políticas, hace muy bien su labor el bloque de congresist­as (senadoras y representa­ntes a la Cámara) que no deja de lado este agudo problema de violencia, calificado allí como pandemia, y lo harán todavía mejor si su control político es constante, persistent­e. De esa forma llegará el momento en que el país todo asuma como compromiso moral la condena de toda violencia contra las mujeres, erradicánd­ola de plano, y que los gobiernos tengan la obligación de mostrar resultados y acciones eficaces, lejos de estos discursos gaseosos y pobremente retóricos como los que se escucharon en el debate del martes

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