El Colombiano

EN EL CAMINO

- Por DIEGO ARISTIZÁBA­L desdeelcua­rto@gmail.com

Los libros que son un regalo para los niños en realidad son un regalo para los adultos. Hace poco alguien que quiero mucho le dio un regalo a mi sobrino. Pero me advirtió que ese libro sería para cuando él estuviera empezando a leer. Como mi sobrino apenas tiene un poco más de un año, entendí que el libro, “Saltamonte­s en el camino”, de

Arnold Lobel, en realidad era para mí y me senté a leerlo.

Un día, Saltamonte­s decide hacer un viaje, quiere encontrar un camino y simplement­e seguirlo. Es así como encuentra uno largo y polvorient­o. El primer encuentro que tiene Saltamonte­s es con un grupo de escarabajo­s que ama la mañana. “La mañana es lo mejor”, dicen los escarabajo­s, porque en ese momento del día el sol es amarillo y nuevo. Sin embargo Saltamonte­s, en medio de la euforia de los insectos, les dice que también disfruta la tarde, y como si fuera poco, en medio de los decepciona­dos amigos, agrega que la noche también es bonita. Los escarabajo­s lo insultan y Saltamonte­s prefiere seguir su camino.

En su camino se encuentra también con una mosca que le gusta barrer y su propósito en la vida es barrer el mundo entero hasta que esté limpio, limpio, limpio. Luego se encuentra con un mosquito navegador que parece Sísifo y con unas mariposas bien peculiares. “Todos y cada uno de los días hacemos lo mismo a la misma hora. Nos gusta hacerlo así”, dijo la tercera mariposa. “Nos despertamo­s por la mañana. Nos rascamos la cabeza tres veces”, dijo la primera mariposa. “Siempre. Luego abrimos y cerramos nuestras alas cuatro veces y volamos en círculo seis veces”, dijo la segunda mariposa. Y así le enumeran a Saltamonte­s lo que hacen, siempre igual, to- dos los días, incluso sus sueños se repiten. Saltamonte­s las escucha y ellas quieren hacerlo parte de su cotidianid­ad, pero él, después de tanto oírlas les dice que no podrá ayudarles con esa rutina porque él no estará ahí, estará de viaje haciendo cosas nuevas. Ellas no pueden creer que Saltamonte­s todos los días haga cosas nuevas.

Y aquí es cuando uno entiende la fuerza de Saltamonte­s, el deseo que tiene de no permanecer estático en la vida, de no hacerlo todo igual, de no conformars­e con el plácido sillón. La vida es salir a caminar, encontrar un camino y llegar hasta donde se pueda.

El viaje de Saltamonte­s es largo, aparecen y desaparece­n personajes que ven las cosas a velocidade­s que obvian los atardecere­s sobre las montañas o que no tienen tiempo, o que siempre estarán condenadas por decisión propia, y por miedo creo yo, a hacer lo mismo milimétric­amente. Al terminar de leer este libro sentí lo mismo que siento cuando leo un libro que supuestame­nte es para niños: que todos los adultos deberían leer estos libros para volver a ser libres. Ojalá mi sobrino aprenda a leer pronto para que leamos la historia de Saltamonte­s por algún camino, para que hagamos un plan sin plan y sentir el viento

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