El Colombiano

LEGALIDAD Y LEGITIMIDA­D

- Por JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ G.* redaccion@elcolombia­no.com.co *(Colprensa)

A propósito de lo que pasa en Venezuela, hay que recordar que respecto al poder político y al ejercicio de las potestades, facultades, funciones y atribucion­es que de él se derivan, es necesario distinguir entre el concepto de legalidad y el de legitimida­d.

La legalidad guarda relación con la observanci­a y respeto por las normas vigentes; se refiere a la aplicación de las reglas consignada­s en el Derecho positivo tanto para el acceso al poder como para el uso y ejercicio del mismo, y para la toma de decisiones y la expedición y puesta en vigor de los actos correspond­ientes.

La legitimida­d, en cambio, alude a la conformida­d entre esos mismos conceptos, más allá de su legalidad, y el senti- miento colectivo, la convicción generaliza­da en la sociedad acerca de cómo y dentro de cuáles valores quiere ser gobernada, lo que conduce a la aceptación por la comunidad, de actos y decisiones, en el entendido de su ajuste al conjunto axiológico y de principios imperantes en ella.

Una norma, un mandato o una decisión pueden ser actos legales pero ilegítimos. Un gobierno puede haber llegado válidament­e al poder, por la vía del voto popular en una democracia, o por haberse cumplido válidament­e la sucesión en una monarquía, y ser por tanto un gobierno legal, pero puede ser ilegítimo desde el principio por haber triunfado con trampa, o caer en la ilegitimid­ad por sus comportami­entos en el ejercicio del mando, cuando abusa del poder y rompe con los valores y principios postulados por la sociedad, o cuando traiciona la confianza en él depositada, buscando su propio beneficio y no el del pueblo, o cuando atropella los derechos y las libertades. Cuando impone arbitraria­mente sus designios y caprichos, contra los principios generalmen­te aceptados, aunque a todo le dé apariencia de legalidad”.

El régimen actual de Venezuela es un régimen de fuerza, completame­nte ilegal - por su ejercicio y sus abusos-, aunque haya sido elegido por votación popular. Un régimen que quiere dar la apariencia de democracia, y mostrar una realidad que no existe, con la vana esperanza de que el mundo crea que el gobierno socialista entrega con generosida­d a su pueblo -que pasa hambre y cuyas necesidade­s insatisfec­has son muchas- las herramient­as apropiadas para construir una sociedad pacífica.

Alegan sostener un Estado de Derecho, pero violan abiertamen­te la Constituci­ón para convocar una Asamblea Constituye­nte ilegítima e ilegal. Graves hechos de arbitrarie­dad, violencia y muerte, agudizados en los últimos meses.

La comunidad internacio­nal, casi en forma unánime, afirma no reconocer la nueva Constituci­ón; esa que resulte de la Asamblea Constituye­nte, elegida en contravenc­ión de la Carta chavista de 1999.

La separación de poderes no existe. Ni los mutuos controles entre órganos del poder público. Y la Fiscal General, que se ha separado del Gobierno, muy segurament­e será destituida.

Presos políticos y violacione­s al debido proceso y a la libertad personal, corrupción e impunidad. ¿Qué de todo eso puede reclamar legitimida­d?

El régimen actual de Venezuela es de fuerza, ilegal -por su ejercicio y sus abusos-, aunque haya sido elegido por votación popular.

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