CRÍTICA Colaboraciones y más colaboraciones
Las dinámicas de la música han cambiado, es un hecho. La industria de ahora está pensando en likes y views, cuando antes la prioridad era la venta de físicos; los discos ahora son una hoja de vida y un elemento de colección para algunos fanáticos; y los shows en vivo se han convertido en mirar un celular, tomar fotos y grabar increíbles historias. Y otro cambio, más que evidente, es la nueva forma de hacer canciones. La fórmula para componer ya está más que conocida, los tiempos, los coros pegajosos y sonoros en el segundo 30 y ahora, la palabra “feat” o colaboración, que se hace tag necesario para este momento de la música. En este espacio siempre he sido un amigo del respeto, tolerancia, diversidad y del trabajo en equipo para lograr fines comunes, en este caso las canciones, pero el asunto de las colaboraciones ha crecido de tal manera en todos los géneros, que he pensado que ya los músicos no se atreven a sacar producciones propias y en solitario, porque no tendrán el mismo efecto y poder ¿Lo han notado? En lo que corre de este año, se pueden enumerar cientos de colaboraciones en todo el mundo. “Ya no sé ni de quién es la canción”, me han dicho al conversar sobre este asunto que se hace cada vez más común. Y es que las colaboraciones están muy bien, pienso de inmediato en Run DMC con Aerosmith, en Daft Punk con Pharrel Williams, en Esteman con Andrea Echeverri, en Zoé con Hello Seahorse, en Alcolirykoz con Lianna, Metallica con Lemmy Kilmister, en el mismo J Balvin con Willy William, y en otros casos cuando las colaboraciones son rechazadas como lo hizo David Bowie con Coldplay y el mismísimo Jack White con Slash de los Guns N Roses. Lo que siento que no está del todo bien, es que solo se piense la creación desde ese nivel, desde estar con un grande para sumar más likes o popularidad, o de solo hacer canciones bajo el sello diferenciador de otro artista. Y todo esto se hace más evidente cuando unos géneros se quieren mezclar con otros, como lo exige la industria, el pop con el reguetón, la cumbia con la electrónica, el rock con el folclor, el rap con el blues y el jazz, y así… pero en las colaboraciones, ¿qué pasa con la identidad sonora de cada creador? Es una reflexión que ha caminado por mi cabeza hace unos meses y que el espacio se hace necesario para el diálogo y análisis. Es un cuestionamiento para los músicos creadores, para pensar hacia donde vamos y en qué queremos que se conviertan las piezas sonoras que cada día nacen. ¿Hasta dónde llevarían las colaboraciones en la música?