SOBRE LA NAVAJA DE OCKHAM
Estación Pegue (que no quiere decir pelea sino adherir), habitada de paso por aumentadores de datos y anexionistas de parecidos, infladores de temas y creadores de incisos, inventores de sistemas complejos para perder a cualquiera y alarmistas con predisposición a criar más miedos en el miedo, abstraccionistas de espacios que estaban bien y hay que confundir, gente que cambia de peinado cada vez que mira, ampliadores de convocatorias sin efecto y tremendistas que vuelven y saltan, etc. Tan distintos a los que usan la navaja de Ockham, hombres y mujeres simplificadores, pulidores de superficies toscas y sucias, definidores sin pretensiones retóricas, dibujantes de mapas exactos y calculadores precisos y pragmáticos para evitar la melcocha y las cargas indebidas (van por el resultado), los laberintos mentales y los retejidos de conceptos que alguna vez estuvieron bien y ahora no se entienden debido a la sobrecarga. Y a los que se los mira mal porque no van con largas ni juegos de espere.
Guillermo de Ockham, filósofo franciscano inglés del siglo 14 y víctima de la peste negra (murió en ella porque era médico), fue un hombre práctico: cada cosa en su lugar, con su nombre y forma debidos y sin más definición que la propia. Y para que esto funcionara, se inventó un método que luego otros llamaron la navaja de Ockham: En condiciones iguales, la explicación más sencilla suele ser la más probable, queriendo decir con esto que las cosas hay que simplificarlas al máximo posible para acertar con el propósito. Así que de cualquier tema que se trate, para saber en realidad de qué se habla o qué se hace, hay que cortar todo aquello que no tiene que ver con lo tratado, evitando confusiones. Ya, cuando nada disperse la atención, viene el acierto. Pero esa navaja necesaria, por estas tierras se ha perdido. ¡Ugh!
Claro que unos usan la navaja que no es para cortar más de la cuenta y así los proyectos, las construcciones y los programas de calidad quedan cojos, incompletos y hasta vacíos, pues a muchos interventores, asesores y ecónomos se les va la mano en cortar, cuando no en sacar lo que no es debido y metérselo al bolsillo, lo que también es delirante en estos calores, donde la navaja de Ockham está escondida y mejor se usan otros filos (el del serrucho por ejemplo) para despulir, hace cojear y hasta cortar pedazos del cerebro necesario para tener ideas adecuadas, principios válidos y costumbres sanas, elementos necesarios para que haya sociedad, crecimiento y progreso. Sin embargo, a pesar de todo, ahí está la navaja de Ockham para usarla bien y cortarle a la mentira, el delirio y el exceso de posverdad que crece lujurioso.
Acotación: a lo largo de la historia, los filósofos se han preocupado por entender lo que pasa y enseñar a vivir como es debido, diciendo cómo evitar la desmesura. Pero, seguro debido al calor que todo lo dilata, a la par que se enseña a no cometer errores, otros desenseñan, le dan más valor a las emociones crecidas y ahí están, reproduciendo selva y gente saltando en una superficie hirviendo
Ya cuando nada disperse la atención, viene el acierto. Pero esa navaja necesaria, por estas tierras se ha perdido.