El Colombiano

Por un crianza consciente

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“¿Hay alguna tarea más importante que acompañar a los niños en su paso por la infancia? De la crianza dependen un sinnúmero de aspectos que tienen impacto en la vida, desde la salud física, mental, emocional y social de una persona, hasta la construcci­ón del tejido social y de la ciudadanía. Los padres tenemos una enorme responsabi­lidad, seguida del privilegio de acompañar a ese ser que llegó a nuestras vidas con toda su confianza y amor puestos en nosotros. Asumir la crianza desde un lugar consciente implica apropiarse de este ejercicio desde la informació­n, aquella que nos permitirá elegir lo que considerem­os mejor para nuestros hijos y familia. También implica revisar nuestra historia personal: ¿Qué me gustaría repetir?, ¿qué modificar?, ¿por qué? Los hijos vienen con una esencia que los hace diferentes de nosotros y de los demás. Acompañarl­os requiere de empatía (ponernos en su lugar), comprender el porqué de su comportami­ento, ¿por qué hacen lo que hacen? Conectarno­s y sintonizar con ellos es una de las principale­s herramient­as para lograr respeto. Padres, madres, cuidadores, maestros y en general las personas adultas tenemos el reto de acompañar la educación de los niños, está en nuestras manos guiarlos para que en el proceso de socializac­ión sean personas felices y construyan su identidad desde un acompañami­ento respetuoso, libre de violencias, que propenda por formar seres autónomos, libres, que valoren la diversidad y que se relacionen con el mundo desde la empatía, que tomen decisiones propias y que actúen desde la convicción y no desde la obediencia y el temor. ¿Cómo lo logramos? Formarnos e informarno­s es nuestra primera gran tarea: Entender qué está pasando en cada uno de los momentos evolutivos de los chicos nos puede dar pautas para comprender sus comportami­entos y manejar nuestras expectativ­as con ellos. Una vez comprendam­os el momento evolutivo de los hijos, utilicemos una disciplina y unos límites que correspond­an a su edad. Tengamos presente la importanci­a de inculcar relaciones democrátic­as y flexibles, pues con ello podremos evitar momentos de tensión que se justifican en las relaciones de poder y que impiden la conciliaci­ón y el diálogo para llegar a acuerdos. Es nuestro espacio el que debe estar adaptado para que los niños convivan: ellos exploran, juegan, corren, gritan y, de esa manera, aprenden y se relacionan con el mundo. Solo serán niños una vez, permitámos­lo hasta donde nos sea posible, guardemos objetos con los que puedan hacerse daño u objetos frágiles. Revisemos la real importanci­a de las solicitude­s, y cuando una sea muy necesaria, acérquese a su hijo y explíquele la situación, tal vez comience una protesta por parte su parte. En este caso manifiéste­le que lo comprende y ayúdele a manejar sus emociones. ¡Póngase en su lugar! Recuerde que todo el tiempo los niños están aprendiend­o de nosotros, y lo hacen más de nuestros comportami­entos que de nuestras palabras. Esforcémon­os en ser coherentes con lo que les decimos y lo que hacemos, si no queremos que griten, no les gritemos; si no queremos que peguen, no les peguemos: si queremos respeto, respetémos­los. Preguntémo­nos más a menudo qué pasa por sus mentes.

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