Por un crianza consciente
“¿Hay alguna tarea más importante que acompañar a los niños en su paso por la infancia? De la crianza dependen un sinnúmero de aspectos que tienen impacto en la vida, desde la salud física, mental, emocional y social de una persona, hasta la construcción del tejido social y de la ciudadanía. Los padres tenemos una enorme responsabilidad, seguida del privilegio de acompañar a ese ser que llegó a nuestras vidas con toda su confianza y amor puestos en nosotros. Asumir la crianza desde un lugar consciente implica apropiarse de este ejercicio desde la información, aquella que nos permitirá elegir lo que consideremos mejor para nuestros hijos y familia. También implica revisar nuestra historia personal: ¿Qué me gustaría repetir?, ¿qué modificar?, ¿por qué? Los hijos vienen con una esencia que los hace diferentes de nosotros y de los demás. Acompañarlos requiere de empatía (ponernos en su lugar), comprender el porqué de su comportamiento, ¿por qué hacen lo que hacen? Conectarnos y sintonizar con ellos es una de las principales herramientas para lograr respeto. Padres, madres, cuidadores, maestros y en general las personas adultas tenemos el reto de acompañar la educación de los niños, está en nuestras manos guiarlos para que en el proceso de socialización sean personas felices y construyan su identidad desde un acompañamiento respetuoso, libre de violencias, que propenda por formar seres autónomos, libres, que valoren la diversidad y que se relacionen con el mundo desde la empatía, que tomen decisiones propias y que actúen desde la convicción y no desde la obediencia y el temor. ¿Cómo lo logramos? Formarnos e informarnos es nuestra primera gran tarea: Entender qué está pasando en cada uno de los momentos evolutivos de los chicos nos puede dar pautas para comprender sus comportamientos y manejar nuestras expectativas con ellos. Una vez comprendamos el momento evolutivo de los hijos, utilicemos una disciplina y unos límites que correspondan a su edad. Tengamos presente la importancia de inculcar relaciones democráticas y flexibles, pues con ello podremos evitar momentos de tensión que se justifican en las relaciones de poder y que impiden la conciliación y el diálogo para llegar a acuerdos. Es nuestro espacio el que debe estar adaptado para que los niños convivan: ellos exploran, juegan, corren, gritan y, de esa manera, aprenden y se relacionan con el mundo. Solo serán niños una vez, permitámoslo hasta donde nos sea posible, guardemos objetos con los que puedan hacerse daño u objetos frágiles. Revisemos la real importancia de las solicitudes, y cuando una sea muy necesaria, acérquese a su hijo y explíquele la situación, tal vez comience una protesta por parte su parte. En este caso manifiéstele que lo comprende y ayúdele a manejar sus emociones. ¡Póngase en su lugar! Recuerde que todo el tiempo los niños están aprendiendo de nosotros, y lo hacen más de nuestros comportamientos que de nuestras palabras. Esforcémonos en ser coherentes con lo que les decimos y lo que hacemos, si no queremos que griten, no les gritemos; si no queremos que peguen, no les peguemos: si queremos respeto, respetémoslos. Preguntémonos más a menudo qué pasa por sus mentes.