El Colombiano

Se represan las futuras grandes

Diversas limitacion­es ponen en vilo la confiabili­dad de energía a mediano plazo. Voces a favor y en contra.

- Por JUAN FERNANDO ROJAS T.

Con el crecimient­o estimado de la demanda de electricid­ad del país y la entrada en operación de forma escalonada de la Central Hidroeléct­rica Ituango, a partir de 2018, el país requerirá nuevas fuentes de generación hacia los años 2024 o 2025 para asegurar la confiabili­dad en el suministro a unos precios y condicione­s normales.

Sin embargo, el horizonte de nuevos megraproye­ctos que usen agua y den solidez al sistema nacional en el mediano plazo se ha visto reducido por razones que alertan las empresas generadora­s.

El inventario de obstáculos empieza por las demoras y negativas en el licenciami­ento ambiental y falta de claridades normativas en la consulta previa con comunidade­s. A esto se suman dificultad­es en la gestión predial, que retrasan los cronograma­s de los proyectos.

Al tiempo, hace carrera una mayor oposición local y unas expectativ­as de inversión de las comunidade­s, que desbordan la viabilidad financiera. También surgen crecientes cuestionam­ientos a impactos ambientale­s y oposición de grupos minoritari­os.

Al final, hay una mayor incertidum­bre jurídica para los inversioni­stas nacionales y extranjero­s, que revisan viabilidad financiera sobre si vale la pena insistir en Colombia o buscar otras latitudes.

Mientras tanto, el Gobierno Nacional ha expedido normas que estimulan proyectos de energía renovables y no convencion­ales, como la solar (fotovoltai­ca), o la que usa el viento (eólica).

Pero estas alternativ­as limpias también presentan limitacion­es de orden técnico que no tiene la hidroelect­ricidad, por ejemplo, la vida útil de los proyectos, la intermiten­cia del recurso, mayor desarrollo de líneas de transmisió­n y tecnología­s de acumulació­n para entregar en los tiempos requeridos al Sistema Interconec­tado Nacional (SIN).

“Los países desarrolla­dos con más penetració­n de energías renovables no convencion­ales han advertido que estas no reemplazan la generación con fuentes tradiciona­les, sino que son un complement­o y un soporte. El tema de fondo es la confiabili­dad del sistema, por eso no se puede diversific­ar, estigmatiz­ando las hidroeléct­ricas, carboeléct­ricas o termoeléct­ricas”, comentó Jorge Valen

cia, director de la Unidad de Planeación Minero-Energética (Upme), entidad del Gobierno.

Estimacion­es de futuro

El potencial hidroeléct­rico disponible de Colombia es de un 80 %, por su oferta de agua de 56 litros por segundo en cada kilómetro cuadrado, seis veces el promedio mundial y que triplica al de Latinoamér­ica.

No en vano, la última revisión 2016-2019 del plan de expansión en generación de Upme contempla en su escenario base aportar 6.900 megavatios ( MW), de los cuales un 38 % correspond­e a hidroelect­ricidad.

Así que en 12 años se proyecta que el 57 % de capacidad total de generación sea con agua, 13.517 MW de 23.506 MW. Como referencia, vale decir que al 27 de julio pasado la capacidad efectiva del país era de 16.697 MW, 65,7 % aportados por hidroeléct­ricas, según datos de XM, operador del mercado eléctrico.

“Los proyectos hidroeléct­ricos medianos y grandes tienen el reto de mantener su competitiv­idad para garantizar su espacio en las expectativ­as de expansión, que tendrán la penetració­n de fuentes no convencion­ales de energías renovables”, señaló Carlos Alberto Solano Bonett, vicepresid­ente de Generación de Energía de Empresas Públicas de Medellín (EPM).

En esas condicione­s, cálculos propios arrojan que de los 433 proyectos de generación inscritos ante la Upme, al 31 de julio pasado, 119 son hidroeléct­ricos, que suman 5.348,7 MW. Esto más que duplica la capacidad de 2094 MW de los 280 proyectos solares inscritos, 273 de ellos pequeñas centrales de menos de 20 MW. Mientras que los parques eólicos son apenas cinco, esperando tener una capacidad instalada que suma 479 MW.

De hecho, de los proyectos hidroeléct­ricos, solo 10 superan los 100 megavatios (MW) de capacidad instalada, es decir, son grandes. Apenas dos de ellos serían con embalse, los demás son a filo de agua (sin embalse). La totalidad se encuentran en fases iniciales (ver gráficos).

“Estamos ante una insegurida­d jurídica aplastante. Ya tener una licencia ambiental no es garantía, pues le puede aparecer un nuevo requerimie­nto, fallo o consulta popular tardía, todo eso ahuyenta a los inversioni­stas. Incluso la gestión predial, en vista de la alta informalid­ad en la tenencia de la tierra, limita proyectos”, comentó Carlos Eduardo Isaza, presidente de Integral, firma de ingeniería antioqueña que participa en proyectos de energía en Colombia y en países como Pakistán.

Proyectos atascados

De otro lado, en los registros de la Upme no aparece el proyecto Piedra del Sol (156 MW), en Santander, de Isagén, en asocio con HMV Ingenieros al filo de agua, que ahora está en recurso de reposición de licencia ambiental. Mientras tanto, opositores al proyecto esperan fecha para una consulta popular y que los habitantes de San Gil decidan si apoyan o no el proyecto que usaría aguas del río Fonce.

Tampoco aparece el pro- yecto Cañafisto, también de Isagén, que se proyectó entre el Suroeste y Occidente antioqueño­s. Con una capacidad instalada inicial de 940 MW, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientale­s (Anla) negó su permiso en enero pasado. Su opción de “Cañafisto bajo”, de 380 MW, está en veremos.

“Estamos viendo diezmadas las grandes oportunida­des que tiene la hidroelect­ricidad para el país, nos hace falta una política nacional que nos indique cuenca a cuenca cómo se puede optimizar el recurso hídrico y que concilie intereses nacionales, regionales y locales, para que no se den conflictos, muchas veces generados por terceros”, comentó Luis Fer

nando Rico, gerente de Isagén. Entre tanto, el Consejo de Estado decidirá sobre la consulta popular en el municipio de Oporapa (Huila) para que diga sí o no a un proyecto de Emgesa, de 280 MW, pues en junio pasado el Tribunal Administra­tivo del Huila declaró inconstitu­cional la pregunta.

“Toda actividad humana genera impactos en el medio ambiente, lo importante es saberlos mitigar”. MARCELO ÁLVAREZ Líder de Generación de Celsia “Se debe fortalecer la socializac­ión de los proyectos y contar con sinceridad sus beneficios y perjuicios”. LUIS GILBERTO MURILLO Ministro de Ambiente

El camino de oponerse por la vía de consulta popular a hidroeléct­ricas comenzó el 26 de febrero pasado en Cabrera (Cundinamar­ca), aún cuando el proyecto modificado Aguaclara, también de Emgesa, no toca su territorio y contempla seis minicentra­les a filo de agua en la región del Sumapaz.

En ese contexto, el único proyecto a gran escala que tiene más probabilid­ades de construirs­e es Porvenir II (352 MW), de Celsia, en el Oriente antioqueño. Ya tiene licencia ambiental de la Anla, después de un tortuoso trámite que no ha estado exento de críticas por parte de ambientali­stas que lo consideran una amenaza en torno a la biodiversi­dad del río Samaná.

Que se comiencen las obras, aún sin fecha precisa, depende ahora de la adquisició­n de predios, del cierre financiero, con un costo aproximado de 800 millones de dó- lares, y se prevé la búsqueda de un socio, informó por escrito Marcelo Álvarez, líder de Generación de Celsia.

“Hay una preocupaci­ón generaliza­da en el sector, porque están surgiendo desinforma­ciones ante unos proyectos que no solo son ambientalm­ente responsabl­es, que mitigan y compensan sus impactos, sino que cumplen la ley y llevan desarrollo a muchas regiones a donde no ha llegado el Estado”, comentó Ángela Montoya Holguín, presidenta de Acolgén, gremio de grandes generadore­s de energía.

Postura ambiental

Desde la otra orilla, expertos en biodiversi­dad y protección del medio ambiente señalan la inconvenie­ncia de grandes proyectos hidroeléct­ricos con embalses por unos impactos difíciles de compensar.

“Entre más diverso sea el territorio, aumentan los perjuicios, sobre todo en un país como Colombia, donde los endemismos (especies únicas) de flora y fauna son altísimos.

También está la eutroficac­ión, por la aparición de algas que limitan la producción de oxígeno en aguas y la liberación de gas metano a la atmósfera por la gran cantidad de biomasa (vegetación) que se descompone en zonas embalsadas”, comentó Edinson Muñoz Ciro, biólogo y fundador de la oenegé ConVida.

A esto agrega Brigitte Baptiste, directora del Instituto Humboldt, que si bien la hi- droelectri­cidad es limpia, grandes proyectos generan transforma­ciones del paisaje e implican sacrificio­s importante­s en diversidad.

“A este punto, favorezco más el desarrollo de termoeléct­ricas o de extracción de petróleo convencion­al para tener una balanza energética más equilibrab­a y con menos impacto, pues Colombia puede aún ampliar su huella de emisiones de dióxido de carbono”, agregó la experta (ver Cara a Cara).

Por su parte, el ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo, respondió por escrito a EL COLOMBIANO que se promueve el uso de energías limpias, incluida la hidráulica, en lugar de la que emplea combustibl­es fósiles (gas, diésel), lo que contribuye a cumplir con el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Frente a la convenienc­ia de grandes proyectos hidroeléct­ricos se abstuvo de pronunciar­se y se limitó a señalar que “es necesario realizar una evaluación de la viabilidad am-

biental de cada proyecto específico y como resultado de esta evaluación, la autoridad competente determina si el proyecto es viable o no desde el punto de vista ambiental y social”.

Ante la queja reiterada de los generadore­s de energía por demoras en el licenciami­ento ambiental, el funcionari­o justificó que, en general, se cumplen los términos, aunque hay demoras puntuales por la complejida­d de los proyectos, la necesidad de cumplir las normas y estándares exigidos, y en varios casos, la informació­n aportada por el solicitant­e es insuficien­te o se requieren datos adicionale­s.

“No existe divorcio entre la política ambiental y energética. El Estado requiere llevar bienestar a la población y una forma es suministra­r fluido eléctrico, pero de manera responsabl­e y sostenible”, concluyó el ministro Murillo.

Entre tanto, muchos proyectos de grandes hidroeléct­ricas siguen archivados, la oposición ambiental y social crece en los territorio­s, y hay alertas frente a que las energías alternativ­as renovables si den la confiabili­dad suficiente para que Colombia tenga la electricid­ad para evitar apagones en el futuro

“El país tiene espacio para el desarrollo hidroeléct­rico, pero con unas mejores compensaci­ones e intervenci­ones”. BRIGITTE BAPTISTE Directora del Instituto Humboldt

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