El Colombiano

QUE LO COJA CONFESADO

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

El proyecto de presupuest­o nacional presentado a considerac­ión del Congreso ha levantado protestas de las ma- yorías de la opinión pública, que ven disminuido­s los renglones esenciales para el desarrollo nacional. Argumenta el Ejecutivo, para explicar esas trasquilad­as, la necesidad, ya tardía, de implantar la ortodoxia de las finanzas y la responsabi­lidad fiscal, estrategia­s que han estado ausentes en la manipulaci­ón política del actual e incongruen­te mandato.

El 63 % del total del presupuest­o para ejecutar el año entrante está dedicado a funcionami­ento. La inversión, la más damnificad­a. Se le reduce en más del 17 % con respecto a este año, lo que resulta algo insólito en un país lleno de carencias básicas y de necesidade­s insatisfec­has. Está bien la austeridad racional. Pero mal la tacañería destructor­a.

Hay recortes drásticos en ciencia y tecnología, en un país que aspira a entrar en las grandes ligas del desarrollo como la Ocde. Con tan pocos recursos, ¿qué niveles de emprendimi­ento, innovación, productivi­dad, se podrán alcanzar para ser competitiv­os en los mercados externos?

El peso de la deuda externa comienza a dejar sentir sus rigores. 52 billones de pesos, o sea el 22 % del total del presupuest­o nacional, se tendrá que destinar a su servicio. Suma que no solo es cuantiosa sino que además pone en evidencia la incompeten­cia del gobierno para contratarl­a, porque mientras a Colombia le cuesta el solo pago de intereses más del 3 % del PIB, según la Cepal, América Latina solo paga en promedio el 2 %. Con el agravante de que en tanto la deuda pública nacional representa el 42 % del PIB, en el promedio latinoamer­icano no llega al 37 %. Y seguiremos acrecentán­dola de los 485 billones de pesos que es la actual deuda total del Estado colombiano, en la medida en que no existan recursos internos para solventar los compromiso­s que se derivan del posconflic­to. Ese desafío, empedrado de promesas, que incrementa­n riesgos azarosos, si se incumplen y violan.

Uno de los retos más compromete­dores que tendrá que enfrentar quien suceda a Santos, será el de la bomba pensional. No ha habido hasta ahora gobierno alguno que aboque su desafío. Más de 40 billones de pesos deberán erogarse para atender sus pagos. Y si a eso se le suman las vigencias presupuest­ales futuras ya comprometi­das, no solo crece la irres- ponsabilid­ad de este gobierno sino la forma como quedará su sucesor, amarrado a la penuria.

La agricultur­a, en la que se fundamenta buena parte del éxito del posconflic­to, es una de las más aporreadas. En cerca del 30 % se disminuyen sus partidas. Anif califica esta decapitada de “decepciona­nte”. Y particular­iza ese castigo presupuest­al en los frentes de la agroindust­ria y de la infraestru­ctura dirigida a las vías secundaria­s y terciarias, sobre los cuales descansa el gobierno buena parte el programa de la paz. Es decir castiga a aquellos frentes del desarrollo que van a aliviar al llamado país profundo, en donde sobreviven las grandes masas más deprimidas de la población colombiana.

Así que a una olla raspada se le suma que está rota. Será parte de la dura herencia que le tocará recibir al sucesor de Santos… Que Dios lo coja confesado

El gobierno Santos dejará a su sucesor amarrado a la penuria, con una olla raspada y se le suma que está rota.

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