EL GRAN CHANTAJE
Nadie se inclina, sobre la superficie terrestre, en favor del desarrollo de una guerra que sería desastrosa para la humanidad entera. Me refiero a la conflagración que estaría a punto de desatarse entre Estados unidos y Corea del Norte, de continuar las provocaciones y amenazas como van de los dos lados del Pacífico. Los asesores de Donald
Trump han dado señales de sensatez conminando al presidente a guardar calma y restarle emotividad al conflicto y, hay que imaginarse que en Pyonyang, igualmente, una buena dosis de cordura debe existir a los lados del díscolo mandatario coreano.
Lo que resulta paradójico en apariencia es que los Estados Unidos -presidente y asesores en lo internacional, incluidosestén a punto de embarcarse en una guerra comercial con China, en el momento en que más necesitarían de su concurso para moderar los ánimos e impedir que la trifulca guerrerista pase a mayores. Porque la realidad es que este coloso es el que tiene la única llave capaz de llamar al botón al coreano o de apretarle las tuercas hasta el punto de desanimarlo de su aberrante gesta nuclear en contra de Occidente. Me refiero al arma de su asfixia económica.
No parece ser la hora propicia para pisarles los callos a los jerarcas en Pekín y sin embargo
Donald Trump ha dado los primeros pasos para atacar seriamente a su contraparte china iniciando una seria investigación sobre prácticas comerciales desleales que pondrían contra las cuerdas a los chinos en un área vital para su crecimiento. Lo que ello traería como consecuencia -de prosperar la iniciativa del presidente- es que en el término de un año se habrían impuesto muy severas restric- ciones a la entrada de productos chinos a suelo norteamericano.
Yo diría que en lugar de exacerbar los conflictos comerciales que existen desde larga data entre los dos más grandes de la economía mundial, lo que correspondería, del lado occidental de la ecuación, es más bien ponerle alfombra roja a China para concitar una mayor cooperación de los estrategas de aquel lado y conseguir que la potencia asiática haga causa común con Norteamérica en el importante tema nuclear que lo enfrenta a Corea. Es decir, buscar un entendimiento comercial con China en este frágil instante o, incluso, aplazar la diatriba comercial por unos meses podría convenir a Washington para crear un ambiente más solidario en el terreno belicista.
Pero la cabeza y el alma de los gringos no actúan de esa forma. Principios son principios, y está visto que la administración Trump no se encuentra inclinada a ceder un palmo en los derechos que los asisten cuando lo que tiene frente a sí es la violación de normas y de compromisos, lo que es el caso en la transgresión flagrante de las normas comerciales internacionales que han conseguido hacer de China la primera potencia comercial del orbe. Es de hacer notar que, tanto el irrespeto de las normas internacionales en materia de propiedad intelectual como la manipulación cambiaria del lado chino, han conseguido lesionar severamente el comercio y los intereses norteamericanos.
La creación de tensiones comerciales entre China y Estados Unidos, como vamos a ver en los próximos días y meses, lo que harán es complejizar el tablero de los desentendimientos mutuos, porque las medidas americanas provocarán una inevitable reacción en Pekín. Pero es posible que como estrategia política y económica, poner a China contra las cuerdas es lo que se requiere para que el Imperio del Medio salga de una neutralidad en el terreno nuclear que resulta ser inconveniente para todos
No parece ser la hora propicia para pisarles los callos a los jerarcas de Pekín. Pero Trump ha dado los primeros pasos.