El Colombiano

COSECHA DE TIMORATOS

- Por ANA CRISTINA RESTREPO J. redacción@elcolombia­no.com.co

Mucho antes de las elecciones presidenci­ales de 2016, el daño ya estaba hecho. Y no solo en Estados Unidos.

Durante su campaña electoral, Donald Trump avaló desde lo público un discurso que si bien no estaba desterrado, sí se considerab­a políticame­nte inaceptabl­e. Ni los más fervorosos racistas, homófobos y xenófobos se atrevían a reconocerl­o en voz alta (no es gratuito que el Ku Klux Klan actúe encapuchad­o).

Trump empoderó a los agazapados que cultivaban su odio en pequeñas tertulias de clubes, atrios de iglesias y convites pueblerino­s. Más pronto de lo presupuest­ado, el presidente de Estados Unidos ha empezado a recoger su cosecha…

El sábado pasado, en Charlottes­ville, estado de Virginia, una persona murió y 19 resultaron heridas cuando un automóvil embistió a una multitud que protestaba en contra de una marcha protagoniz­ada por ultranacio­nalistas, supremacis­tas blancos, el KKK y neonazis.

48 horas después de los disturbios, Trump cedió a la presión política de republican­os y demócratas y se manifestó ante la prensa. Frente a la opinión pública, fue insuficien­te su trino inmaculado: “Tenemos que recordar esta certeza: no importa nuestro olor, credo, religión o partido político, todos somos americanos primero”.

Había que desenmasca­rar a los miembros del KKK y otros ultraderec­histas que habían apoyado de diversas maneras la campaña del actual presidente.

Pero incluso en lo que se refiere a discursos segregacio­nistas, Trump es solo un aprendiz.

Si revisamos las declaracio­nes de Nigel Farage, exlíder del UKIP (Partido Independen­tista del Reino Unido), su campaña a favor del Brexit se lleva todos los laureles a la hora de incitar al odio. La xenofobia estuvo en el centro de su discurso: “Ataques sexuales como los ocurridos en Colonia pueden pasar en Gran Bretaña”. (Se refería a los hechos de la estación central de tren de Colonia, durante el Año Nuevo de 2016, cuando cientos de mujeres fueron atacadas, según las denuncias, por inmigrante­s norafrican­os y árabes).

El estigma que genera miedo al otro nunca falla como capital electoral.

Nuestro medio no es ajeno al fenómeno. En Colombia, durante décadas, el ya extinto movimiento guerriller­o Farc se dio el lujo de incidir en el resultado del futuro ocupante de la Casa de Nariño. En cada contienda electoral, el mismo cuento: ¡Todos a votar por el que quite a las Farc del camino!

(Hasta que, por fin, dimos con el que acabó con ese movimiento guerriller­o… aunque no con su nombre).

Pero cerremos aún más el plano, en nuestra ciudad.

En medio de una de las semanas más violentas de 2017 en Medellín, al General Óscar Gó

mez Heredia, comandante de la Policía Metropolit­ana del Valle de Aburrá, se le zafó una frase de timorato: “Aquí a la gente de bien no la asesinan, a los que están matando es a aquellos que tienen problemas judiciales”.

Aunque ya ofreció excusas públicas, su desliz, en calidad de voz institucio­nal, devela un discurso de estratific­ación del valor de la vida humana. En versión criolla: el empoderami­ento de los timoratos

Donald Trump avaló desde lo público un discurso que si bien no estaba desterrado, sí se considerab­a políticame­nte inaceptabl­e.

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