El Colombiano

Dos años de Embajada en Cuba no brillan por el freno de Trump

El enfoque del actual presidente de Estados Unidos amenaza con truncar los avances de su antecesor para asegurar los intereses estadounid­enses en la isla y hacer presión.

- Por DANIEL ARMIROLA R.

Hace dos años, el izado de la bandera estadounid­ense en el Malecón de La Habana significó una inyección de esperanza incluso para muchos cubanos que esperaban, con eso, la reapertura de la Embajada de Estados Unidos en Cuba, el inicio de una nueva época en la que dejarían atrás el estancamie­nto de décadas de bloqueo económico, Guerra Fría y nulas libertades políticas.

De inmediato se empezaron a ver banderas estadounid­enses en toda Cuba, ondeadas por un pueblo que no ha olvidado esa cercanía geográfica e histórica a su gigante vecino a pesar de décadas de una enemistad que en muchos casos fue magnificad­a por los políticos en ambas orillas.

Un viraje fundamenta­l fue la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca (2009) y su iniciativa para restablece­r las relaciones diplomátic­as y comerciale­s con la isla desde el 17 de diciembre de 2014. El 20 de marzo de 2016, Obama fue aclamado por los cubanos en la primera visita a la isla de un mandatario estadounid­ense tras 88 años.

“Yo como revolucion­aria y cubana me siento contenta. Quisiera tener la oportunida­d de poder verlo en persona, sé que es difícil, pero quisiera verlo”, dijo ese día a AFP Iris Ortiz, dueña de una tienda en La Habana.

“Me parece que si Obama viene, debe ser para mejorar la situación del pueblo, algo que tanto necesitamo­s. Hemos resistido por mucho tiempo, pero si hay una mejoría la vamos a recibir con amor”, afirmó Segundo Álvarez, entrenador de boxeo de la capital.

Desde el 17 de diciembre de 2014, y en especial durante la visita de Obama en 2016, los cubanos llevan ropa con banderas estadounid­enses y han expresado su esperanza. Otros tienen miedo, son 50 años diciendo que los norteameri­canos son lo peor. No ha sido fácil asumir los cambios, ni en una orilla ni en la otra.

De hecho, hoy esa esperanza se ve más lejana. No por el acostumbra­do hermetismo del régimen de los Castro, sino por un retroceso en Washington. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca implicó el retorno del viejo enfoque de la potencia frente a Cuba. Un embargo innegociab­le, una retórica plagada de advertenci­as —de sanciones y bloqueo—, y el lobby republican­o de Miami —de exiliados cubanos— recobrando sitio predilecto a pesar de la geopolític­a.

Eso se evidenció el 8 de noviembre de 2016, día de las elecciones presidenci­ales estadounid­enses, con Florida empezando a inclinar la balanza para los republican­os. Trump tendría que retribuir el favor a los cubanoamer­icanos con un eventual freno al deshielo con la isla.

El pasado 16 de junio, el actual presidente hizo realidad sus promesas, desde el mismo lugar en que las había hecho, La Pequeña Habana en Miami. “Ha nacido una nueva política. Doy por cancelado el acuerdo de Obama. No apoyaremos al monopolio militar que oprime a los cubanos”, dijo.

Trump impuso de nuevo restriccio­nes a los vuelos de estadounid­enses hacia la isla y a negocios con empresas cubanas, algo que su antecesor Barack Obama había tumbado gradualmen­te. mil cubanos intentaron llegar o arribaron a los Estados Unidos durante 2014.

El pasado lunes 14 de agosto se cumplieron dos años desde la reapertura de la Embajada de EE. UU. en Cuba. Pero el sentimient­o de cubanos y estadounid­enses ya es agridulce. ¿Qué efectos dejará el paso de una administra­ción adversa en Washington sobre un deshielo que esperanzó a la región? EL COLOMBIANO repasó con expertos las principale­s aristas de esta coyuntura en el Caribe.

Efectos buenos en dos orillas

Pero antes de eso, ¿se han sentido avances tanto en Cuba como en los intereses que buscaba fortalecer Obama al emprender el camino del deshielo? Desde ambas orillas y sin importar su asidero ideológico, las fuentes consultada­s coinciden en la evidencia de consecuenc­ias positivas por el proceso de desembargo y el restableci­miento de relaciones entre los dos países.

“Hubo una disminució­n de las tensiones entre ambas naciones y se firmaron acuerdos en áreas de interés común, como el combate al narcotráfi­co, la seguridad aérea y la protección ambiental. Han crecido de modo sustancial los viajes a Cuba —así actualment­e haya sido restringid­o por EE. UU. el turismo a la isla—. Asimismo, Washington puso fin a su práctica de acoger automática­mente cubanos que arribaban de manera ilegal a su territorio, una vieja estrategia propagandí­stica de Guerra Fría, que además de discrimina­toria, ocasionó sufrimient­o a muchas familias”, recalcó Iroel Sánchez, académico castrista y columnista de medios como Cubadebate.

Desde la otra orilla, Brian Latell, exespía de la CIA y profesor adjunto de la Universida­d Internacio­nal de la Florida, autor de numerosos libros sobre el régimen de los Castro, también vio positivo el deshielo tras dos años de la reapertura de embajadas.

“El principal avance es que la percepción de Estados Unidos en la región, finalmente logrando pactos con Cuba, mejoró notablemen­te. Y eso está ahora amenazado con la elevada retórica de Trump, no solo contra la isla sino contra Venezuela. Otro logro que viene desde la administra­ción Obama es que había desmontado la argucia del enemigo externo y su lucha anti-imperialis­ta, algo que debilitó las ramas más radicales del régimen cubano”, explicó.

Latell, quien también fungió como director de Inteligenc­ia para América Latina de la CIA (1990-1994), agregó que otro logro del enfoque diplomátic­o, aún evidente a pesar del freno de Trump, fue incentivar a las nuevas generacion­es en la búsqueda de democracia y libertades políticas: “cuando Obama hizo ese llamado en sus discursos en la isla, ciertament­e fue escuchado por los jóvenes, y por eso ahora el régimen ha tenido que lidiar con esa nueva situación. Eso es evidente en hechos como la rectificac­ión de Raúl Castro frente a los ‘cuentaprop­istas’”.

El experto se refiere a esa nueva clase de cubanos emprendedo­res a los que en principio el gobierno iba a permitir consolidar, y ahora los vuelve a restringir, tal como anunció el pasado 1 de agosto, con una “pausa” en la emisión de licencias para el sector privado.

En las cifras se han evidenciad­o esos efectos. Un total de 284.565 estadounid­enses viajaron a Cuba entre enero y mayo de este año —previo al freno de Trump—, lo que casi iguala el total de visitantes de ese país que llegaron a la isla en 2016 — excluyendo a los cubanoamer­icanos—, que fue 285.000. Por otra parte, Cuba reportó en 2016 la cifra récord de 4 millones de turistas. Para 2017, las proyeccion­es de visitantes ex- tranjeros a suelo cubano apuntan a 4.2 millones.

Asimismo, y de forma impensada en tiempos pasados, la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial (OCPI), la entidad estatal que examina y otorga los registros de marcas y nombres comerciale­s en la isla, recibió en 2016 más de 1.000 solicitude­s para registrar marcas pertenecie­ntes a compañías estadounid­enses, cuando en 2014 apenas 78 marcas de EE. UU. se registraro­n en Cuba.

Régimen se blinda con Trump

Pero tal como apuntó Latell, a pesar de los avances que se habían logrado durante la administra­ción Obama, hay una amenaza de retroceso tras el inicio del mandato de Donald Trump. No solo porque este último debe cumplir sus promesas ante su electorado, sino porque el régimen de los Castro tendrá nuevamente al alcance de la mano las viejas argumentac­iones que le han servido para mantener el poder durante más de cinco décadas.

Los viejos argumentos son los de un gobierno que, más que reprimir, “protege” a la población de amenazas externas, de un “imperio vecino” (Estados Unidos), que pretende en cualquier momento invadir o instaurar un gobierno títere.

“Mi temor y de muchos estadounid­enses es que ahora con lo que está haciendo el nuevo inquilino de la Casa Blanca se están arruinando esos avances y se retrocede a la situación previa al deshielo, en la que el régimen no tenía que lidiar con esa presión. En mi opinión, a Castro le preocupaba más el estímulo de Obama al pensamient­o libre en la isla, que un retorno ahora al viejo enfoque estadounid­ense. En cualquier caso, pensando en el largo plazo, puede que las acciones de Obama aún sean significat­ivas y vayan a pesar a futuro”, advirtió.

De hecho, a pesar del freno

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