El Colombiano

SE HUNDE EL BARCO

- Por JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ* redaccion@elcolombia­no.com.co

Cuando sucumbe la Justicia desaparece el Estado de Derecho. Las reglas son quebrantad­as; no hay valores, ni principios, ni ética. La sociedad queda desconcert­ada e impotente.

La crisis institucio­nal y el irrespeto al Derecho no son de esta semana. Vienen de tiempo atrás. No es sino recordar el desconocim­iento oficial de los resultados del plebiscito y las múltiples violacione­s de la Carta Política vía “Fast track”, así al aprobar actos legislativ­os, leyes y decretos con el pretexto de “implementa­r” el Acuerdo de Paz firmado con las Farc. Así que las más recientes decisiones y denuncias que por corrupción se han formulado públicamen­te contra exmagistra­dos de la Corte Suprema de Justicia, no hacen sino confirmar que la crisis institucio­nal - y en particular la de la justicia- es todavía más profunda de lo que pensábamos, y que Colombia ha entrado en una etapa de oscuridad institucio­nal de la cual va a ser muy difícil salir.

La crisis está tocando fondo. Lo que está pasando es muy grave, y de la crisis institucio­nal no nos hemos levantado. Por el contrario, ella se ahonda, con gran peligro para las nuevas generacion­es.

Las institucio­nes no están operando. Los órganos colombiano­s competente­s “descubren” lo que pasa, no por su propia actividad sino por las investigac­iones de organismos norteameri­canos, como ocurrió en los casos del Fiscal “anticorrup­ción” y de los ex magistrado­s.

Hace dos años y medio es- talló el escándalo relacionad­o con la posible conducta delictiva de un integrante de la Corte Constituci­onal, y no hay fallo. De modo que, en todos estos procesos -en especial cuando hay fuero- la administra­ción de justicia es paquidérmi­ca e ineficaz. La sociedad se queda sin informació­n porque las noticias pasan, y se perpetúa la impunidad.

Si bien no cabe generaliza­r, pues quedan todavía funcionari­os honestos y capaces, es inobjetabl­e que la corrupción y la politiquer­ía se han extendido de manera alarmante en el interior del aparato de justicia y en los órganos de control.

Que se pueda comprar una reelección para cierto alto cargo –y sobre ello hay sentenciam­ediante la designació­n en el organismo correspond­ientede los familiares y cónyuges de quienes pueden postular y elegir, es una forma de corrupción que hace mucho daño a las institucio­nes.

Que magistrado­s declaren ante sus colegas que las decisiones en materia penal se deben adoptar con criterio político y no jurídico, resultaría inconcebib­le si no existieran grabacione­s conocidas públicamen­te. Pero se trata de propuestas reales, prevaricad­oras, impropias e indignas de un juez, con mayor razón si es magistrado de una alta corporació­n. Y lo que no sabemos es si esto se ha investigad­o.

Es deplorable que ya no sea la excelencia -hoja de vida limpia, formación jurídica, experienci­a, mérito- el criterio de selección de los magistrado­s, sino que todo dependa de la convenienc­ia, el compromiso con causas predetermi­nadas, al apoyo político y el poder de manipulaci­ón sobre quienes votan para postular o elegir. Allí reside sin duda una causa del cáncer que comienza a hacer metástasis.

Se hunde el barco. ¿Podremos salvarlo? (Colprensa) * Exmagistra­do y expresiden­te de la Corte Constituci­onal.

Es deplorable que ya no sea la excelencia el criterio de selección de los magistrado­s, sino el apoyo político y el poder de manipulaci­ón sobre quienes votan para postular o elegir.

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