La mujer que maravilla “Amazona” de Claire W. y Nicolas van H.

En estos tiempos de mujeres “empoderadas” en que hay un debate permanente sobre si un personaje femenino refleja o no las características de todas ellas y si aporta o no a la discusión de género, es magnífico que sea una mujer real, Val, la protagonista de “Amazona”, la que venga a romper todos los moldes y a interpelarnos con su propia vida, para que quienes veamos la película, hombres y mujeres, nos hagamos preguntas más profundas que las de costumbre. Porque al conocer a Val, a quien acompañaremos en sus quehaceres diarios en una comunidad cercana a Leticia, en el Amazonas, la expresión “dueña de sí misma” se queda corta. Cuando ella dice con convicción “Lo más importante en la vida de uno, es la vida de uno”, ante la pregunta que le hace su hija, Claire Weiskopf, directora del largometraje, sobre si no sintió que se había puesto a sí misma por encima de sus hijos, entendemos que estamos ante una mujer que no creyó nunca que la maternidad fuera la realización más importante de su vida. Y esa sola característica la hace tan única en nuestro contexto cultural, que uno entiende por qué Weiskopf se arriesgó a elaborar este documental en el que corría un riesgo muy alto de caer en una obra tipo “querido diario”. Por fortuna el balance entre reflexión íntima, perfil periodístico y acercamiento poético, son los que hacen de “Amazona” un título valioso en nuestra cartelera. Gracias a una edición que acierta al alternar la historia cronológica de Val —con sus separaciones, sus pérdidas y sus decisiones, difíciles de aceptar siempre para las sociedades en las que ha vivido— con distintos encuentros sostenidos con su hija durante los últimos 6 años, vamos asimilando sin prisas la complejidad del personaje y comprendiendo mejor la reflexión que Claire, en el momento de ser ella misma mamá, necesitaba hacer acerca de su propia madre. Esta honesta desnudez de intenciones es la que nos permite comprometernos emocionalmente con la película, y seguirla hasta el final, a pesar de que tal vez una narración en off menos leída habría sido mejor para la atmósfera poética que inspiran muchas de las imágenes de los paisajes en que se desarrolla la historia. Por fortuna, hay momentos reveladores, como cierta entrevista en que sentimos que Val está enojada, y que ese enojo a lo mejor es consigo misma. Otros son de una belleza enternecedora, como cuando suena “Kiss of fire” en la versión de Louis Armstrong y somos testigos de un baile que es al mismo tiempo reconciliación y declaración de amor. Allí la música, parte de la perfecta mezcla de sonido de toda la película, casi nos hace creer que estamos ahí. El título de la película juega de forma afortunada con la figura mitológica de la tribu guerrera de mujeres que no necesitaban a los hombres. Tal vez esa idea se reitere demasiado en la cinta, pero en un país donde el machismo sigue siendo pan de cada día, a lo mejor era necesario que nos recordaran varias veces que otros caminos, otras formas de vivir, también son posibles.