CONTRATISTAS, NO TROPAS, SALVARÁN A AFGANISTÁN
En 1941, poco tiempo después de que Pearl Harbor introdujo a los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, un grupo de aviadores voluntarios liderado por el General
Claire Chennault, conocido como los Flying Tigers (Tigres Voladores) lucharon contra la agresión japonesa en China. Fueron tan exitosos que muchas personas creen que fueron decisivos en detener a Japón, eventualmente resultan- do en su derrota.
Aunque eran voluntarios remunerados en lugar de militares americanos, no eran denigrados como “mercenarios.” Los Tigres Voladores -quienes hoy en día serían llamados contratistas- lucharon por China y los Estados Unidos y, como contratistas remunerados en los escenarios de la guerra de hoy, lucharon tan valiente y patrióticamente como soldados americanos.
Mientras legisladores en Washington deciden qué hacer en Afganistán, deberían tener en mente a los Tigres Voladores. Tal fuerza podría ser justo la solución que Afganistán necesita.
Las razones son tan obvias como convincentes: la semana pasada, el presidente Do
nald Trump anunció su “nueva estrategia para poner fin a la guerra en Afganistán, la guerra más larga en la historia americana. Pero al prometer sumar más dinero a los más de US$800 mil millones que ya han sido gastados, la estrategia de Trump es tristemente más vieja que nueva. Afortunadamente no es demasiado tarde para alterar el rumbo.
Esta primavera, mientras la política afgana era debati- da en Washington, el presidente solicitó opciones nuevas para ponerle fin a la guerra de manera honorable. Enfrentado con dos opciones - retirarse completamente o seguir hasta el final- yo discutí fuertemente a favor de un nuevo manejo, un tercer camino que pondría en práctica una huella ligera de las Fuerzas Especiales estadounidenses, así como contratistas para trabajar con los afganos para centrarse en el objetivo que a los estadounidenses realmente les importa: negar a los enemigos de Estados Unidos el santuario que usaron para planear los ataques del 11 de septiembre.
El tercer camino del que hablo ha sido puesto a prueba, aunque ha sido olvidado.
Cuando un “invasor” extranjero domina, las fuerzas indígenas más débiles esperan y aprenden.
La “nueva” estrategia que el presidente adoptó la semana pasada supuestamente aumentaría los niveles de tropas autorizadas de 8.400 a unas 12.400. En una guerra que ya dura dos veces más que Vietnam, ¿es esta la “nueva” estrategia que queremos?
El crédito debe ser dado donde es debido. Algo para resaltar en el enfoque del Pentágono ha sido su dependencia de las Fuerzas Especiales Afganas, una unidad que representa menos del 10 % del total de las fuerzas afganas que realizan entre el 70 y el 80 % de todas las operaciones de combate ofensivo en el país. Las Fuerzas Especiales Americanas entrenan y orientan efectivamente a esas tropas.
Mi propuesta es para una huella sostenible de 2.000 Operaciones Especiales Americanas y personal de apoyo, así como una fuerza contratista de menos de 6.000 (mucho menos que los 26.000 en el país ahora). Este equipo ofrecería una estructura de apoyo para los afganos, permitiendo que las fuerzas convencionales de Estados Unidos regresen a casa.
Este plan usaría a exveteranos de Operaciones Especiales como contratistas que vivirían al lado, entrenarían y patrullarían a sus contrapartes afganos en los niveles más bajos de compañías y batallones - donde más importa. El poder aéreo afgano suplementario, volado con marcas afganas, incluiría un piloto de seguridad contratista, pero solo el oficial afgano a bordo tomaría las decisiones de armas. Todo el personal contratado estaría sujeto al Código Uniforme de Justicia Militar, al igual que lo son ahora las tropas estadounidenses en servicio activo.
Si el presidente persigue esta tercera opción, yo también competiría vigorosamente para implementar un plan que salva vidas americanas, cuesta menos de 20 % del gasto actual y ahorra a los pagadores de impuestos americanos más de US$ 40 mil millones al año.
No es demasiado tarde para encontrar un nuevo camino y dar a una nueva banda de Tigres Voladores para que sirvan a América como lo hicieron sus predecesores
Sumar más dinero a los más de US$ 800 mil millones que han sido gastados en una guerra que ya dura dos veces más que la de Vietnam, ¿es esta la “nueva” estrategia que queremos?