¡CUÁL DIABLILLO, SI ES EL DIABLO!
Varios errores gramaticales en unas vallas promocionales de la Alcaldía le fueron atribuidos, como suele suceder en casos parecidos, al diablillo de las artes gráficas. Esta ha sido la excusa tradicional para que nadie asuma responsabilidades y las culpas se diluyan hasta asignársele al inquieto personaje inventado en la lobreguez de los antiguos talleres tipográficos. Pero hay una diferencia espeluznante entre aquel personajillo comparable al Diablo Cojuelo, sujeto socarrón que se instaló en el folclor castellano hacia el Siglo Diecisiete y que aparece en la picaresca literaria española en la obra de Luis Vélez
de Guevara, y el mismísimo demonio que personifica el mal en todas sus expresiones.
El diablillo incurre en travesuras que mortifican pero que a la hora de la verdad se cubren de olvido porque no al- canzan a inferir daño desmesurado, como sí lo causa el diablo grande cuando anda suelto y destruye todo lo que toca. El diablo, ese que vive midiendo su poder con el de los gobernantes para hacerlos fracasar, el mismo que malogra los proyectos de mejoramiento de la calidad de vida ciudadana, el que siembra vientos y cosecha tempestades en todos los escenarios de controversia, el que se deleita con las discordias y el que ampara a los malandrines para que hagan de las suyas, ese es el diablo con el que nadie debería llamarse a engaño.
El diablillo que trastocó los mensajes de las vallas no es más que un pobre diablo, valga decirlo. Puso en aprietos a los encargados de corregir los textos propagandísticos de la administración, pero de ahí no pasó. En cambio, el diablo que se adueña de la ciudad al modo del Guasón que debilita a Batman, es el más peligroso enemigo público. A él, que se le atribuyan la criminalidad, la inseguridad persistente, las injusticias, la corrupción, la crisis de movilidad, la indolencia, en fin, los peores problemas y conflictos de una ciudad que pese al inmenso potencial transformador y renovador, no sale del tremedal, no supera los factores negativos, no despeja las sombras, pone en jaque a un Alcalde llamado a ser excelente y amenaza con malograr los proyectos más inteligentes e innovadores.
Hace cuatro años, cuando nos ganamos el campeonato mundial de la innovación, el señor Arzobispo, Ricardo To
bón Restrepo, lanzó quince preguntas decisivas que siguen sintetizando el porqué de lo que pasa y nos pasa en Medellín. Fue una interpelación frontal a las conciencias. Señaló con franqueza las preocupaciones prioritarias de los ciudadanos. Siguen faltando respuestas. El diablo continúa suelto. Cuando ya viene el Papa Francisco, Dios quiera que su palabra reconfortante en nuestra ciudad obre el prodigio de activar un conjuro colectivo formidable para expulsar al diablo de este valle azufrado
En cambio, el diablo que se adueña de la ciudad pone en jaque a un Alcalde llamado a ser excelente y amenaza con malograr los proyectos más inteligentes e innovadores.