El Colombiano

¡CUÁL DIABLILLO, SI ES EL DIABLO!

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

Varios errores gramatical­es en unas vallas promociona­les de la Alcaldía le fueron atribuidos, como suele suceder en casos parecidos, al diablillo de las artes gráficas. Esta ha sido la excusa tradiciona­l para que nadie asuma responsabi­lidades y las culpas se diluyan hasta asignársel­e al inquieto personaje inventado en la lobreguez de los antiguos talleres tipográfic­os. Pero hay una diferencia espeluznan­te entre aquel personajil­lo comparable al Diablo Cojuelo, sujeto socarrón que se instaló en el folclor castellano hacia el Siglo Diecisiete y que aparece en la picaresca literaria española en la obra de Luis Vélez

de Guevara, y el mismísimo demonio que personific­a el mal en todas sus expresione­s.

El diablillo incurre en travesuras que mortifican pero que a la hora de la verdad se cubren de olvido porque no al- canzan a inferir daño desmesurad­o, como sí lo causa el diablo grande cuando anda suelto y destruye todo lo que toca. El diablo, ese que vive midiendo su poder con el de los gobernante­s para hacerlos fracasar, el mismo que malogra los proyectos de mejoramien­to de la calidad de vida ciudadana, el que siembra vientos y cosecha tempestade­s en todos los escenarios de controvers­ia, el que se deleita con las discordias y el que ampara a los malandrine­s para que hagan de las suyas, ese es el diablo con el que nadie debería llamarse a engaño.

El diablillo que trastocó los mensajes de las vallas no es más que un pobre diablo, valga decirlo. Puso en aprietos a los encargados de corregir los textos propagandí­sticos de la administra­ción, pero de ahí no pasó. En cambio, el diablo que se adueña de la ciudad al modo del Guasón que debilita a Batman, es el más peligroso enemigo público. A él, que se le atribuyan la criminalid­ad, la insegurida­d persistent­e, las injusticia­s, la corrupción, la crisis de movilidad, la indolencia, en fin, los peores problemas y conflictos de una ciudad que pese al inmenso potencial transforma­dor y renovador, no sale del tremedal, no supera los factores negativos, no despeja las sombras, pone en jaque a un Alcalde llamado a ser excelente y amenaza con malograr los proyectos más inteligent­es e innovadore­s.

Hace cuatro años, cuando nos ganamos el campeonato mundial de la innovación, el señor Arzobispo, Ricardo To

bón Restrepo, lanzó quince preguntas decisivas que siguen sintetizan­do el porqué de lo que pasa y nos pasa en Medellín. Fue una interpelac­ión frontal a las conciencia­s. Señaló con franqueza las preocupaci­ones prioritari­as de los ciudadanos. Siguen faltando respuestas. El diablo continúa suelto. Cuando ya viene el Papa Francisco, Dios quiera que su palabra reconforta­nte en nuestra ciudad obre el prodigio de activar un conjuro colectivo formidable para expulsar al diablo de este valle azufrado

En cambio, el diablo que se adueña de la ciudad pone en jaque a un Alcalde llamado a ser excelente y amenaza con malograr los proyectos más inteligent­es e innovadore­s.

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