El Colombiano

Veinte años sin la santa de los pobres

- Por CLAUDIA ARANGO HOLGUÍN ARCHIVO EL COLOMBIANO

La madre Teresa estaba en reposo cuando murió, de un paro, el 5 de septiembre de 1997. La canonizaro­n el 4 de septiembre de 2016.

La santa Teresa de Calcuta era regañona a veces. Siempre tenía la frase precisa para quienes estaban a su alrededor, fueran ciudadanos del común, diplomátic­os y hasta presidente­s. Con un simple comentario, ella reiteraba que la oración, el amor al otro y la humildad debían ser pilares de vida. Los dejaba a todos perplejos. Les movía el corazón. Los ponía a pensar.

Así la recuerda su amigo personal, monseñor Jorge Aníbal Rojas Bustamante, doctor en derecho canónico y especialis­ta en diplomacia eclesiásti­ca, antioqueño, quien en el transcurso de su trabajo alrededor del mundo se la encontró en varias ocasiones.

“Nuestro primer encuentro fue en Ruanda, África, en 1989, en una visita a un campo de refugiados. Las religiosas de la caridad se levantaban a las 3:00 de la mañana a trabajar y en su trayecto se encontraba­n con muchas culebras. Yo le pedí permiso a la Madre Teresa para pedir unos paneles solares con organismos que nos los podían facilitar y me dijo firmemente que no: ‘Las monjas tienen que vivir igual que viven los refugiados’. Esa fue mi primera lección con ella”.

El sacerdote Edward Le Joly, en la biografía La Madre Teresa, su vida y su obra, también recuerda ese diálogo concreto con la religiosa cuando terminó de escribir su vida, “si ese libro sirve para que una sola persona haga un acto de amor a Dios, merecía la pena el trabajo y las molestias que se tomó al escribirlo”, le dijo.

En otro encuentro con el presidente de Honduras a finales de los 80, José Azcona del Hoyo, hubo un momento de estrés entre ambos, cuando el mandatario le comentó la ayuda que estaba destinando para las religiosas de su congregaci­ón. Monseñor Rojas fue el traductor. “Después de explicarle lo que decía el presidente ella me dijo: ‘Dígale que yo no vine a pedir nada’. Ella me miraba como esperando que yo le dijera tal cual ella lo había dicho. El presidente le preguntó entonces que a qué había ido y ella le respondió: ‘Yo vine a esto (puso las manos en oración), a orar por ustedes’. Fue un momento muy hermoso”.

Es ese camino de humildad el que se ha promovido en su congregaci­ón religiosa Misioneras de la caridad y también en las iglesias que llevan su nombre.

En la ciudad, todavía en construcci­ón, la parroquia Santa Teresa de Calcuta Medellín está ubicada en el barrio Pedregal. “Aquí incentivam­os la oración, la humildad y el amor a Dios como pilares del trabajo de la santa Teresa. Todos los jueves, después de las eucaristía­s de la mañana y la tarde, exponemos las reliquias, cabellos que tenemos de ella. Hay muchos devotos de esta santa”, aseguró el párroco de la iglesia, el presbítero Orlando Alberto Jiménez Cadavid.

Son 20 años sin la santa Teresa, pero con sus enseñanzas vigentes. “Un ser humano impactante, de esos que jamás se olvidan”, concluyó Monseñor Rojas.

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FOTO Su vida estuvo consagrada al servicio de los demás. Se le veía sonreír poco, lo hacía de manera reiterada cuando estaba al lado de personas humildes y enfermas.

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