El golpe para los “dreamers” latinos
Si hay alguien a quien toque la decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de poner fin a la protección de la que gozaban 800.000 indocumentados que llegaron a ese país siendo niños, son los hispanos.
Aunque el Gobierno le dio seis meses al Congreso para encontrar alternativa, el anuncio dejó en el limbo a jóvenes mexicanos (618.342 afectados), centroamericanos (66.425), colombianos (6.591) y peruanos (9.066), que crecieron con el inglés como lengua adoptiva y con Estados Unidos como segunda patria.
El seguro médico, el permiso de trabajo, la licencia de conducción, la posibilidad de tener una cuenta bancaria, todos esos beneficios están en jaque. En el medio se encuentran jóvenes talentosos que ven truncadas sus expectativas.
Pierre Berastain teme un regreso forzoso a Perú, de donde partió en 1998 con 11 años de edad, dos maletas, el temor en un país asfixiado por el régimen de Alberto Fujimori y ni una pizca de inglés.
Llegó a Dallas, Texas, durmió por varios meses en el suelo y supo qué era un invierno en el norte, pero se convenció de que con educación y esfuerzo llegaría lejos. Obtuvo las mejores calificaciones en la escuela y obtuvo una beca en Harvard para estudiar antropología social. Luego, también becado, siguió en la prestigiosa universidad con una maestría en Teología, desde la que ha indagado en las relaciones de género y religión.
Berastain, que profesa amor por Estados Unidos, ha trabajado en un albergue con mujeres víctimas de violencia sexual, escribe columnas para el Huffington Post y hace poco fue nombrado director de la Red Nacional Latina, una organización que defiende a mujeres latinoamericanas cuyos derechos han sido violentados.
Ayer, mientras el Gobierno de EE. UU. anunciaba la decisión de poner fin al DACA, el programa con el que Barack Obama había otorgado beneficios a niños y jóvenes como él, Berastein recibió llamadas de amigos que le preguntaban: “¿a dónde vamos a ir? No sabemos español, no imaginamos vivir en otro país, acá trabajamos”.
Berastain también sintió desmoronarse, pensó que tendría que volver a Perú, buscar opciones en Colombia, México o ir a Europa. Teme dejar la organización, no tener recursos en el futuro para apoyar económicamente a sus padres y que regresen las noches de no dormir de su adolescencia, cuando tenía pesadillas con deportaciones.
“Es un shock, pero ahora soy un profesional, tengo un buen currículo. Este país creyó en mí y ha pagado mi educación, y si ahora no me quieren aquí, habrá otros que me reciban”, asevera, y opina que la decisión del Gobierno no considera el impacto económico y humano. La salida de los “dreamers”, como los llaman, podría costarle a EE. UU. 460 mil millones de dólares en la próxima década.
De hecho, Emilio Viano, catedrático de la American University cree que se trata de una medida irracional, ideológica, que solo busca tener satisfecha a la base electoral de Trump para mantenerse en el poder.