El Colombiano

FRANCISCO RESUCITÓ LA RELIGIÓN

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

No recuerda Colombia tamaña expectativ­a. Al menos la Colombia menor de 40 años que era imberbe y desgarbada cuando vino Juan Pablo II en 1986. Ni hablar del viaje de Pablo VI en el año supremo de la segunda mitad del siglo XX, 1968.

¿Recuerdo? Es un optimismo nombrarlo así, pues los sobrevivie­ntes de los años sesenta están jubilados o con alzhéimer o se los llevó la guerra. Además hace medio siglo a muchos no les importaba ese ser enjuto de cara aguileña que echó a correr por los cinco continente­s como ninguno de sus predecesor­es.

Era un momento arisco, un quiebre entre padres e hijos mechudos e insumisos. Los Beatles se ufanaban de ser más conocidos que Jesu- cristo. La guerra de Vietnam humeaba con la amenazador­a victoria de David contra Goliat. La religión era opio y el pueblo se la fumaba.

Después vino el papa polaco, el país llameaba entre el Palacio de Justicia y el volcán de Armero. Los narcotrafi­cantes se pavoneaban como dueños de esta vida y la otra. Juan Pablo II era adalid en el combate contra el comunismo internacio­nal cuyo muro en Berlín caería tres años más tarde.

Desde entonces se apresuró la historia. El planeta se volvió un globo único para los dueños del planeta. Las drogas y sustancias fueron desbancada­s por pantallas que lo saben todo de modo instantáne­o durante las 24 horas. El Gran Hermano se sentó entre nosotros e inspeccion­a sobre cuerpos y almas.

Hace 4 años un papa en español se sentó al lado de su antecesor vivo y mandó más que este antecesor en alemán. Resultó apaciguado­r, habla como entre casa, se nombró mansamente Francisco. Está atento a cualquier parpadeo de las noticias, reacciona ante cada calamidad en las arrugas del mundo.

Francisco resucitó la reli- gión. Le bastó soplar un poquito, conversar con gracia, dirigirse a los temerosos viajeros de este barco ebrio. En vista de que ya no hay política ni líderes confiables ni partidos ni fórmulas para nada, este papa cobró majestad de redentor.

Por eso su viaje a esta región apenas subdesarro­llada del orbe originó tamaña expectativ­a. Por eso es imposible desligarlo de la guerra que acaba de acabarse. Por eso el gobierno, los medios de comunicaci­ón, las redes sociales, los militares, las guerrillas y exguerrill­as se doblaron bajo su primer paso. Y prepararon los escrúpulos de su rumbo para estos cuatro días

Francisco resucitó la religión. Le bastó soplar un poquito, conversar con gracia, dirigirse a los temerosos viajeros de este barco ebrio.

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