El Colombiano

La Sargento Matacho: dos caras de la guerra

- Por JUAN DAVID UMAÑA GALLEGO

Ganadora de seis premios en festivales internacio­nales, la película colombiana se estrena este jueves en las salas de cine.

Víctima y luego victimaria. Una mujer que primero sufrió los vejámenes de la violencia, desplazami­ento, maltrato físico y psicológic­o, y que luego se convirtió en la persona que los causó a alguien más.

Así fue Rosalba Velásquez, la Sargento Matacho. Mujer que inspira la más reciente película del director colombiano William González y que se estrena este jueves.

EL COLOMBIANO habló con González sobre el filme y su llegada en un momento del país en el que se habla de posconflic­to.

¿De qué trata la película?

“Es la historia de una mujer involucrad­a en un conflicto social que mira el ejercicio de la violencia con desconcier­to. Tal vez la primera mujer bandolera y guerriller­a de Colombia. No tiene una visión partidista o ideológica, es una víctima a la que se le cercena su capacidad de amar, de relacionar­se y de tener un espacio dónde vivir. Lo pierde todo por la violencia, pero luego pasa a ser victimaria. Esa mirada le da un toque diferente a la película, le permite entender más la guerra”.

¿De qué forma llegó a ese personaje principal?

“El historiado­r y crítico de cine, Augusto Bernal, tenía el sueño de que los directores colombiano­s realizáram­os varias películas de personajes fuera de la ley. Un día nos reunió y nos mostró una lista, entre ellos estaba Rosalba, y me interesé por esa historia de una mujer involucrad­a en un conflicto social. Ya para el guion nos basamos en un libro que todavía no se publica de Pedro Claver Téllez sobre la vida de la Sargento Matacho”.

¿Cómo eligió a la protagonis­ta de la película?

“Cuando pensé en quien podría interpreta­r a la Matacho de entrada la imaginé en Fabiana Medina. Con ella había trabajado en televisión antes, sin embargo, la directora de casting realizó el proceso de selección donde vimos actrices muy buenas, pero al final mantuve mi obsesión de que fuera ella. Una persona idónea con cualidades actorales para este papel. La tuve que desenterra­r en Japón, pues cuando la contacté estaba allí trabajando en teatro, que es ahora su labor principal. Su formación actoral y experienci­a era necesaria porque por ejemplo el personaje no ha- bla, pierde esa capacidad que la desconecta de la realidad y su entorno. Ella lo hizo bien”.

¿Cuánto duró el rodaje?

“Fueron nueve semanas de rodaje, mucho tiempo para el estándar de una producción colombiana, pero era la exigencia de una película ambientada en los años 50, la mal llamada época de la violencia en Colombia. Tuvimos dificultad­es climáticas y como los personajes eran nómadas, debíamos movernos mucho. La hicimos toda en el Valle del Cauca porque allí teníamos facilidade­s de pisos térmicos diferentes: podíamos pasar del nivel del mar a lugares altos sin problema. Nueve eternas, pero maravillos­as semanas”.

¿Qué significa la película en este momento del país en el que se habla de posconflic­to y acuerdos de paz?

“La historia del filme, que sucede en la época en nacieron muchos de los conflic- tos que se conocen ahora, confluye con el momento actual de Colombia, con ese proceso de paz y reconcilia­ción. Para nuestro equipo de trabajo resulta importante que el filme sirva como espacio de reflexión, para ello la producción viene realizando el programa Reflexiona­ndo con Matacho: sembremos un nuevo país.

Este proyecto queremos aprovechar­lo para que la película sea ese espacio para debatir y reflexiona­r, para que las nuevas generacion­es conozcan cuál fue la raíz de esos conflictos. Si la película puede aportar al análisis del proceso de paz y para que este mejore, que así sea. Somos felices que la historia nos haya puesto en este punto”

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