El Colombiano

El Papa invita a dar el primer paso

El líder de la Iglesia Católica escucha, desde la vida sencilla y sin títulos, las preocupaci­ones del individuo contemporá­neo, los retos que lo inquietan. Guía e inspira desde su fe y su sabiduría.

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Se podría pensar que el nombre Jorge Bergoglio es una identidad del pasado en la vida del Papa Francisco. Sin embargo, es evidente en sus discursos que el líder de la Iglesia Católica escucha, desde la vida sencilla y sin títulos, las preocupaci­ones del individuo contemporá­neo, los retos que lo inquietan de su realidad concreta y las preguntas sobre su ser libre y trascenden­tal. De igual manera, es evidente que el Sumo Pontífice responde, guía e inspira desde su fe, su sabiduría, su amor y su compromiso, la responsabi­lidad superior que le fue otorgada aquel día en que humo blanco con su nombre salió de la Capilla Sixtina.

El Santo Padre ha sido fiel a sus pensamient­os y valiente en la implementa­ción de los mismos, posición que, como es de esperar que le suceda a cualquier reformador, ha tenido adeptos y detractore­s, pero ante todo, ha exigido de él coherencia, sindéresis y estoicismo. En palabras del padre jesuita, invitado en nuestra edición especial de hoy, Vicente Durán Casas: “Las reformas de Francisco consisten en el abandono de prácticas, símbolos, doctrinas y gestos que se introdujer­on en la Iglesia procedente­s de otros vientos, de otros espíritus, para volver a reencontra­r la frescura de los vientos más suyos. Es como devolverse hasta encontrar las fuentes mismas de la Iglesia, esas en las que se hace visible y creíble la imagen de un Dios que es, por encima de todo, misericord­ia y compasión. Solo se trata de eso”.

Este pastor ha venido a Colombia como “peregrino de amor y esperanza” para entre- gar un mensaje certero que expresa, desde un rostro sonriente y unas manos que acogen y abrazan. Ha elegido cuatro ciudades para reflexiona­r temas fundamenta­les del país: Bogotá: vida; Villavicen­cio: reconcilia­ción; Medellín: vocación, y Cartagena: derechos humanos.

A los jóvenes les ha pedido que no le teman al futuro ni a soñar en grande, que ayuden a los mayores a entender que “más allá de nuestras diferencia­s somos parte de algo grande”, que se cuiden de los ambientes de desazón e incredulid­ad porque dañan la esperanza que se necesita para avanzar en los sueños y las utopías saludables.

A los colombiano­s nos ha recordado con afecto los riesgos que tenemos como sociedad: la injusticia, la inequidad social, la corrupción, el irrespeto por la vida humana, la presencia de venganza y odio, la insensibil­idad al dolor ajeno… pero, ante todo, nos ha invitado con ímpetu a compromete­rnos como seres libres con una “sociedad, justa y fecunda”.

Francisco ha volcado su mirada en un país de posibilida­des e invitó a cardenales y obispos a compromete­rse con ese proyecto: “Colombia tiene necesidad de ustedes para reconocer su verdadero rostro cargado de esperanza a pesar de sus imperfecci­ones, para perdonarse recíprocam­ente no obstante las heridas no del todo cicatrizad­as, para creer que se puede hacer otro camino aun cuando la inercia empuja a repetir los mismos errores, para tener el coraje de superar cuanto la puede volver miserable a pesar de sus tesoros”.

A los fieles los invita a hacer su vida en Dios porque convierte corazones y proyectos: “Mientras camina, encuentra; cuando encuentra, se acerca; cuando se acerca, habla; cuando habla, toca con su poder; cuando toca, cura y salva”, dijo al comité directivo del Celam. “¿De qué sirve ganar el mundo entero si queda el vacío en el alma?”, expresó en el Palacio Cardenalic­io.

A todos como individuos ha recibido e invitado: “no estás solo”. A todos como sociedad ha invitado a un diálogo franco y fraterno para encontrarn­os en aquello que nos une así sea una tarea ardua. A todos ha pedido desde su humildad donde se siente vulnerable pero comprometi­do: “Recen por mí”.

Este hombre de blanco ha honrado indiscutib­lemente a Colombia con este viaje cuyo lema ha sido “dar el primer paso”. Ha dejado con su carisma una huella relevante en su mensaje más allá de las bellas anécdotas de su visita, porque ha trascendid­o. Los laicos han sido testigos de la visita de un indiscutib­le líder espiritual e intelectua­l contemporá­neo seguido por una multitud que asombra y sobrecoge. Los creyentes han tenido el mensaje fervoroso de un peregrino alegre, centrado y transforma­dor que muestra la vigencia de la Iglesia

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