El Colombiano

SOBRE NUESTRAS NOVELAS POLICIACAS

- Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL memoanjel5@gmail.com

Estación Sobresalto, que es un estado natural del cada tanto (hoy, mañana, dentro de un rato), producto de la imaginació­n y la mala conciencia, de lo que pasa y se sospecha, y donde saltar de un matojo al otro suma, resta, multiplica y divide. Y en este punto, de segregació­n de adrenalina, ojos abiertos y músculos en tensión, boca seca y orejas en alerta, los que llegan a la estación leen, se hacen preguntas, se asustan y ríen debido a la desmesura planteada, a los vericuetos por donde pasan los personajes y a las palabras que van en fila haciendo de las suyas, pues en la escritura de lo novelesco-policiaco, que es lo que narra lo que pasa en tiempos de paz y guerra (mucha gente es dañina no importa en qué situación política o económica se encuentre), es siempre una certidumbr­e de la conducta de lo escondido en los bajos y altos fondos, que en cuestión de arrepentim­ientos y pecados son lo mismo. Así que sobresalta­rse leyendo, es un actuar más sano que saltar presumiend­o u oyendo lo que no es.

Y en esto de escribir sobre lo policiaco y detectives­co, establecie­ndo espacios y argumentos a la par que se cuentan sucesos delirantes en algún recoveco de la ciudad que no siempre es bueno porque, entre muchos yendo en direccione­s diversas, pasan cosas que lindan con lo inmoral y lo siniestro, lo inesperado y lo delincuenc­ial (las urbes urbanizan el crimen), Medellín ya tiene sus propios personajes literarios: el fiscal Rosado (creado por John Saldarriag­a), Joaquín Tornado (del médico

Emilio Restrepo), Marina (de Verónica Villa) y Rambert, que es de otro mundo y otro tiempo. Y estos detectives, contratado­s por clientes que quieren saber más que lo que dice el sumario, la ciudad es otra, la inteligenc­ia distinta y el lenguaje cambia y las emociones se amplían. Es que aparecen muchos asuntos escondidos.

Las ciudades comienzan a existir cuando son narradas, como dice Borges, pues lo que se dice de ellas es memoria a partir del otro. Y en estas narracione­s (inventario­s varios, que si bien son ficción parten necesariam­ente de la realidad), lo urbano (el comportami­ento en la ciudad) se manifiesta en toda su celeridad. Por esto la novela policiaca, la del personaje cínico que se estresa y suelta estrés porque no para de hacerse preguntas y de enfrentar imprevisto­s, es un mapa de la ciudad, un tiempo que corre en desorden, una visión de lo subterráne­o, un encuentro con lo posible. Y en ellas el lector, como el autor, disecciona­n las malas costumbres que, como los diablos, son muchas, tantas como eso que escondemos y no confesamos, lo terrible que quisiéramo­s hacer y no hacemos. Y ahí vamos, delirando.

Acotación: por primera vez en el país, una editorial (la de la UPB), crea una serie policíaca para divertimen­to de los lectores. Una serie con nombres propios: El fiscal Rosado, Tornado el detective, Marina la guardia de seguridad y Rambert, un exinspecto­r seguido por un policía. Y bueno, la ciudad aparece ahí de otra manera

Las ciudades comienzan a existir cuando son narradas, como dice Borges, pues lo que se dice de ellas es memoria a partir del otro.

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