SOBRE NUESTRAS NOVELAS POLICIACAS
Estación Sobresalto, que es un estado natural del cada tanto (hoy, mañana, dentro de un rato), producto de la imaginación y la mala conciencia, de lo que pasa y se sospecha, y donde saltar de un matojo al otro suma, resta, multiplica y divide. Y en este punto, de segregación de adrenalina, ojos abiertos y músculos en tensión, boca seca y orejas en alerta, los que llegan a la estación leen, se hacen preguntas, se asustan y ríen debido a la desmesura planteada, a los vericuetos por donde pasan los personajes y a las palabras que van en fila haciendo de las suyas, pues en la escritura de lo novelesco-policiaco, que es lo que narra lo que pasa en tiempos de paz y guerra (mucha gente es dañina no importa en qué situación política o económica se encuentre), es siempre una certidumbre de la conducta de lo escondido en los bajos y altos fondos, que en cuestión de arrepentimientos y pecados son lo mismo. Así que sobresaltarse leyendo, es un actuar más sano que saltar presumiendo u oyendo lo que no es.
Y en esto de escribir sobre lo policiaco y detectivesco, estableciendo espacios y argumentos a la par que se cuentan sucesos delirantes en algún recoveco de la ciudad que no siempre es bueno porque, entre muchos yendo en direcciones diversas, pasan cosas que lindan con lo inmoral y lo siniestro, lo inesperado y lo delincuencial (las urbes urbanizan el crimen), Medellín ya tiene sus propios personajes literarios: el fiscal Rosado (creado por John Saldarriaga), Joaquín Tornado (del médico
Emilio Restrepo), Marina (de Verónica Villa) y Rambert, que es de otro mundo y otro tiempo. Y estos detectives, contratados por clientes que quieren saber más que lo que dice el sumario, la ciudad es otra, la inteligencia distinta y el lenguaje cambia y las emociones se amplían. Es que aparecen muchos asuntos escondidos.
Las ciudades comienzan a existir cuando son narradas, como dice Borges, pues lo que se dice de ellas es memoria a partir del otro. Y en estas narraciones (inventarios varios, que si bien son ficción parten necesariamente de la realidad), lo urbano (el comportamiento en la ciudad) se manifiesta en toda su celeridad. Por esto la novela policiaca, la del personaje cínico que se estresa y suelta estrés porque no para de hacerse preguntas y de enfrentar imprevistos, es un mapa de la ciudad, un tiempo que corre en desorden, una visión de lo subterráneo, un encuentro con lo posible. Y en ellas el lector, como el autor, diseccionan las malas costumbres que, como los diablos, son muchas, tantas como eso que escondemos y no confesamos, lo terrible que quisiéramos hacer y no hacemos. Y ahí vamos, delirando.
Acotación: por primera vez en el país, una editorial (la de la UPB), crea una serie policíaca para divertimento de los lectores. Una serie con nombres propios: El fiscal Rosado, Tornado el detective, Marina la guardia de seguridad y Rambert, un exinspector seguido por un policía. Y bueno, la ciudad aparece ahí de otra manera
Las ciudades comienzan a existir cuando son narradas, como dice Borges, pues lo que se dice de ellas es memoria a partir del otro.