ASÍ LUCÍAN AYER EN LA MAÑANA LAS POPULARES CALLES DE SOUTH BEACH EN MIAMI, ANTES DE LA LLEGADA AL SUR DE FLORIDA DEL HURACÁN IRMA. EVACUACIÓN TOTAL DE LA ZONA Y UNA GRAN PARTE DEL PAÍS A LA EXPECTATIVA.
Visita Francisco tierras colombianas. Llegó en medio de las prevenciones de muchos. Los motivos eran dobles: uno, su comportamiento en relación con Cuba y con Venezuela. En la isla se reunió con los tiranos y les llevó regalos. En cambio, no lo hizo con los disidentes. Aunque le pidieron audiencia, no se las concedió. “Estuvo bien claro que yo no iba a dar audiencias”, dijo el Papa. Nunca explicó los motivos para no oír a quienes se han jugado vida y libertad por la democracia y los derechos humanos.
En Venezuela facilitó un diálogo entre el gobierno y la oposición que fracasó en noviembre del 2016 y después dio unas polémicas declaraciones que causaron críticas entre quienes luchan contra Maduro al afirmar que la oposición estaba dividida. Más tarde tuvo que desmarcarse del grupo de Samper y Zapatero, instrumental al régimen chavista.
Por fin, en agosto, el Papa “[pide que] se eviten o se suspendan las iniciativas en curso, como la nueva Constituyente” y por último, 153 muertos después, dirige “un apremiante llamamiento a toda la sociedad para que sea evitada toda forma de violencia; invitando, en particular, a las Fuerzas de seguridad a abstenerse del uso excesivo y desproporcionado de la fuerza”.
En Colombia, fue causa de desconfianza su posición sobre el plebiscito. El Papa tomó partido apenas dos días antes de que los colombianos saliéramos a las urnas. Francisco afirmó que “[t]engo que decir que el presidente Santos está arriesgando todo por la paz, pero veo también otra parte que está arriesgando todo para continuar la guerra. Esto hiere el alma” y remató su video diciendo que “prometo que cuando este acuerdo sea blindado por el plebiscito, yo iré para enseñar la paz”. Su Santidad mordió el anzuelo envenenado de la división santista entre amigos y enemigos de la paz. Aun con semejante empujón, ganó el No.
Ahora Francisco está acá.
“Nos reunimos a los pies del Crucificado de Bojaya , que el 2 de mayo de 2002 presencio y sufrió la masacre de decenas de personas refugiadas en su iglesia. Esta imagen tiene un fuerte valor simbolico y espiritual. Al mirarla contemplamos no so lo lo que ocurrio aquel di a, sino tambie n tanto dolor, tanta muerte, tantas vidas rotas y tanta sangre derramada en la Colombia de los u ltimos decenios. Ver a Cristo asi, mutilado y herido, nos interpela. Ya no tiene brazos y su cuerpo ya no esta , pero conserva su rostro y con e l nos mira y nos ama. Cristo roto y amputado, para nosotros es «ma s Cristo» au n, porque nos muestra una vez ma s que E l vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo; y para ensen arnos tambie n que el odio no tiene la ultima palabra, que el amor es mas fuerte que la muerte y la violencia. Nos ensen a a transformar el dolor en fuente de vida y resurreccion, para que junto a E l y con E l aprendamos la fuerza del perdo n, la grandeza del amor”.
El perdón es decisión personal de cada víctima. El olvido solo nos conduciría a repetir la tragedia en el futuro. La reconciliación es imposible sin justicia. En cualquier caso, la paz futura exige rescatar la democracia y la institucionalidad republicana, luchar contra el narcotráfico y los violentos, y corregir el perverso y tácito mensaje del pacto con las Farc de que ser bandido paga