SIRIA Y EL FÚTBOL SOCIAL
Es común oír que el fútbol es el opio del pueblo, un deporte que trae problemas de seguridad a causa de las peleas de las barras y que la sociedad debería enfocarse más en promover el futuro de su país que sufrir por el resultado de un partido.
Sin embargo, el balompié siempre da muestras de su razón más allá de lo meramente deportivo; durante la última jornada de eliminatorias rumbo a Rusia 2018, en Siria las caras aterradas se transformaron en sonrisas y los ruidos de los explosivos fueron reemplazados por los múltiples gritos de júbilo y aplausos llenos de esperanza, gracias a que un gol al último minuto de la selección nacional los dejó más cerca de cla- sificar al Mundial, hito que hasta ahora nunca han alcanzado.
Siria es un país sumido en el terror desde hace seis años, debido a una guerra civil que ya cobró más de 400 mil víctimas y cerca de dos millones de desplazados. Omar Al Soma le dio a sus compatriotas la que quizá es la única sonrisa general del país en mucho tiempo y un símbolo de unión que marcó un punto en común entre el régimen y la oposición.
Claro que aún les falta ganar un par de partidos si quieren jugar la Copa del Mundo por primera vez y seguramente esto no significará el fin del conflicto, pero este tipo de sucesos generan alegría en una población que está más acos- tumbrada al sabor amargo del sufrimiento. Tal vez, cuando la violencia acabe, la selección pueda volver a su nación y saludarse con la gente, pues competir en un territorio sitiado se convirtió en un imposible y ahora hacen de locales en un estadio casi vacío de Malasia.
Ese tipo de hechos dan cuenta de la condición social que tiene el fútbol, pero tampoco se puede dejar atrás su efectividad a la hora de fomentar valores, como el día de la despedida del fútbol de Diego Milito, cuando un niño a quien le faltaba una pierna le prestó una de sus muletas a su amigo, para que ambos lograrán ver el evento estando sobre ellas. Ahí radica el sentido del deporte: enseñar a vivir, más que a competir
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En la última jornada de las eliminatorias, en Siria las caras aterradas cambiaron por sonrisas, y los ruidos de explosivos, por gritos de júbilo.