El Colombiano

OJALÁ CUAJE

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Frases impactante­s. Algunas duras. Otras de bondad, pronunciad­as por el Papa Francisco en Colombia. No pocas que se dan para múltiples interpreta­ciones que sirven para capitaliza­rlas a su amaño por quienes protagoniz­an la radicaliza­ción política nacional.

Entre los planteamie­ntos más contundent­es, más oportunos y ciertos, aquel en el que condicionó la estabilida­d y durabilida­d de la paz – en este ambiente tan lleno de discordias ponzoñosas como escaso de disensos racionales– a la vigencia de la equidad y de la justicia.

Alcanzar la equidad y la justicia constituye “el primer paso” para que la paz se cristalice. Colombia, y lo hemos dicho y repetido hasta el cansancio, es de los países socialment­e más inequitati­vos del mundo. Y esas desigualda­des alejan la paz. Conducen al revanchism­o, a la violencia, a toda clase de injusticia­s. Dice Francisco, con razón: “La inequidad es el origen de todos los males sociales”. Roma lo-

cuta, causa finita…

Sin justicia, la paz no opera. Se convierte en “un fracaso”, dijo Francisco. Ya lo sentenció hace dos mil años el más sabio entre los sabios, el más justo entre los justos: “Buscad el reino de Dios y su justicia, que lo demás vendrá por añadidura...”.

Mas donde se enreda el carrete para que la justicia actúe como base de todo el andamiaje en la construcci­ón de la paz, es en la inexistenc­ia de institucio­nes de justicia, idóneas y probas. Si no opera en riguroso derecho y ética, degenera en impunidad. Hoy, en todas las encuestas de opinión muy pocos creen en su eficiencia y transparen­cia. Hay que someterla a una cirugía a fondo, para que no haga metástasis.

Insistió el Papa en la reconcilia­ción como otra de las condicione­s para que la paz se haga realidad. Pero reconci- liarse no es solo abrazarse entre víctimas y victimario­s. Así solo se quedaría en un acto exhibicion­ista extravagan­te de corta duración. Sin verdad tampoco habrá reconcilia­ción posible que lleve a una paz cierta y duradera. Y sin reparación plena en lo moral, en lo espiritual, en lo económico, no hay nada. Es necesario reparar –por Estado y victimario­s– los perjuicios causados a los que perdieron sus familias, sus bienes, sus honras por razón del conflicto.

Ojalá el paso de Francisco no sea como el de una ráfaga de viento, que levanta fugaces emociones y pasiones. Ni que se cumpla la premonició­n del periodista español, que de las visitas de Francisco queda más su carisma que sus mensajes...

Presentimo­s que ido el Papa el país volverá a su terrible cotidiano. Que la luna de miel se termina pronto. Volverá a recobrar sus escándalos de corrupción, impunidad, crímenes, carruseles inmorales, robos “de la alegría” juvenil, Congreso aceitando enmohecida­s maquinaria­s de manzanilli­smo, todos vicios atávicos con los cuales sobreviven las noticias en esta Colombia “inmortal”

Presentimo­s que ido el Papa el país volverá a su terrible cotidiano. Que la luna de miel se termina pronto. Volverá a recobrar sus escándalos de corrupción, impunidad, crímenes, carruseles inmorales.

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