El Colombiano

México se sacude de la tragedia y se vuelca al rescate

Conforme continúa la lucha en el colegio destruido para llegar a otros supervivie­ntes, la Ciudad de México rebosa de ganas de ayudar.

- Por JULIÁN AMOROCHO BECERRA

Recibido el golpe devastador del terremoto de 7,1 grados del martes pasado, los mexicanos hicieron frente a la adversidad y se enfocaron en las labores de salvamento en los sitios donde puedan quedar sobrevivie­ntes del desastre que, hasta el cierre de esta edición, ya dejaba 230 víctimas mortales. La atención se centra en el colegio Rébsamen, sur de Ciudad de México, hasta donde ha llegado tanta gente que las autoridade­s llaman a la mesura. La esperanza de rescatar a más de 30 niños alimenta fuerzas de socorrista­s. Conozca cómo los ciudadanos se unieron tras esta catástrofe.

En algún lugar en las entrañas destruidas del colegio Rébsamen, al sur de Ciudad de México, hay por lo menos 30 personas atrapadas. La mayoría de ellos son niños.

Alrededor de estas ruinas, de donde ya han logrado extraer 32 pequeños más y cinco adultos quienes no alcanzaron a escapar de la destrucció­n que provocó el terremoto del pasado martes, se ha reunido casi que todos los sobrevivie­ntes en condicione­s de ayudar en un arranque de solidarida­d que por poco raya con la histeria colectiva.

“La tragedia del Rébsamen es el epicentro de lo que ocurrió, porque son niños”, narra Cora Bravo Laborie, periodista del Grupo Imagen, “cuando se supo lo que pasó, acudió tanta gente, que las autoridade­s tuvieron que cerrar las calles para que los rescatista­s pudieran trabajar”.

En medio de una tragedia que fue peor que la de 1985, pues en el caso actual el caos golpeó toda la ciudad y no se enfocó en algunos puntos, Bravo Laborie recalca que el ambiente rebosa de ganas de ayudar.

Existe una relación estrecha entre los mexicanos, las tragedias y los niños. Exactament­e 32 años atrás, en su memoria colectiva, quedó “Monchito”, un niño que los rescatista­s decían escuchar entre las ruinas de la calle de Venustiano Carranza, en el barrio de La Merced de Ciudad de México. El no haberlo encontrado quedó marcado como una cicatriz en la sociedad.

Como en este caso, en las ruinas del colegio se escuchan sobrevivie­ntes. Sobre las primeras horas de la mañana, el sonido de una niña devolvió las fuerzas al grupo de socorrista­s que llevaban más de 24 ho-

ras seguidas en el mismo sitio. Durante todo el día han luchado contra los 45 centímetro­s que impiden llegar a la pequeña que llaman “Frida”.

Aún existe un cálculo no oficial del número de niños que pudieron ser encontrado­s del sitio en las primeras horas, cuando todo estaba más confuso y en las cercanías se ubicó un papel con los nombres anotados de los rescatados identifica­dos, para ayudar a padres y seres queridos. Aún así, conforme sigan pasando las horas, las esperanzas de encontrar otros supervivie­ntes se irán reduciendo. En el Rébsamen, los voluntario­s tratan de ganar horas filtrando botellas de agua y algo de comida en los sitios en los que se escuchan ruidos.

En total son 224 escuelas afectadas por el sismo y 16 con daños mayores en toda la ciudad. Solo el Rébsamen colapsó. En estos otros lugares, las historias de milagros y heroísmo están a la orden.

“Ahora estamos con ganas de ayudar. Hay gente hasta de más”, relata a las carreras Sara

Rángel, una docente de Ciudad de México quien, tras salir a salvo con sus estudiante­s y pasar listado de familiares y amigos, se presentó como voluntaria al centro de acopio de la Delegación Cuauhtémoc, localidad de la capital

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FOTOS EFE Y AFP Tras las primeras horas, profesiona­les del rescate reemplazar­on a los ciudadanos voluntario­s.
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A lo largo de la primera noche tras el terremoto, han sacado 37 cuerpos de víctimas de la tragedia.
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A las afueras del colegio Rébsamen, al sur de la C. de México, rezan los padres de los desapareci­dos.

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