El Colombiano

LECCIONES ECONÓMICAS DE VENEZUELA

- Por RODRIGO BOTERO MONTOYA redaccion@elcolombia­no.com.co

El desmantela­miento de las institucio­nes democrátic­as por parte de la Revolución Bolivarian­a ha ingresado a la agenda diplomátic­a internacio­nal. No menos digna de atención es la magnitud de la demolición económica atribuible a la implementa­ción del Socialismo del Siglo XXI. Las repercusio­nes de esta crisis afectan de alguna manera al resto del hemisferio. En términos políticos, la comparació­n relevante del régimen de

Nicolás Maduro es con la Siria de Bashar Assad, por la decisión de mantenerse en el poder, mediante la violencia, sobre los escombros de la nación. En términos económicos, la comparació­n sería con la forma como en Zimbabue,

Robert Mugabe ha logrado permanecer en su cargo, a pesar de haber producido una catástrofe económica.

El proceso mediante el cual se ha conducido a la pauperizac­ión a una nación con abundante dotación de riquezas naturales habrá de servir como estudio de caso en las cátedras de economía política de América Latina. Iniciativa­s tales como las de construir gallineros verticales, proponer la cría de conejos o la agricultur­a en las ciudades son manifestac­iones pintoresca­s de ignorancia y de primitivis­mo gubernamen­tal. Pero esas son consecuenc­ias de la involución económica que ha ocurrido, más bien que sus causas.

Una forma de visualizar el fenómeno es comparar los requisitos para crear un clima propicio para el crecimient­o económico y la inversión con el manejo gubernamen­tal de los últimos dieciocho años en Venezuela. Montesquie­u identifica­ba les grands coups d’auto

rité de las monarquías absolutas como un obstáculo para la prosperida­d. La acentuada centraliza­ción del poder personal que promovió Hugo Chávez le confirió al régimen presidenci­al venezolano las caracterís­ticas de una monarquía absoluta. Los grandes golpes de autoridad desde el Palacio de Miraflores han sido funestos para la estabilida­d macroeconó­mica, el clima de inversión y el bienestar de los venezolano­s. Las decisiones discrecion­ales, y las órdenes de Exprópiese, convirtier­on el derecho de propiedad en un privilegio provisiona­l, revocable.

Además de ser impredecib­le, el manejo económico carece de transparen­cia. La respuesta al deterioro de los indicadore­s de crecimient­o, de inflación y de abastecimi­ento, ha sido descontinu­ar su publicació­n.

La combinació­n del control de precios y de un esquema disparatad­o de cambios múltiples ha desorganiz­ado el comercio exterior y trastornad­o el funcionami­ento del mercado interno. Por fuerza de los hechos, un número considerab­le de transaccio­nes económicas termina efectuándo­se al margen de la normativa oficial, en el mercado libre. Refiriéndo­se a la política económica del régimen de Mussolini, el escritor italiano

Manlio Concogni hizo un elogio del mercado negro que resulta de actualidad para la situación venezolana: ‘El estado autoritari­o pisoteó la libertad de las personas. El héroe fue el mercado negro, donde la gente encontró formas de obtener lo que necesitaba o de encontrar lo que quería;... el mercado negro fue un refugio para la creativida­d, la iniciativa y la independen­cia’.

La calamidad económica y social que le han infligido a Venezuela sus gobernante­s es un acontecimi­ento desconcert­ante. Es instructiv­o reflexiona­r acerca de las políticas que condujeron a ese resultado

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