HAGO LO QUE SOY
Saber quién soy es principio de sabiduría, propia del ser humano. Cuanto más me intereso en mí, más me conozco, más sé quién soy. Constato, con todo, que no hay nada más descuidado que yo para mí mismo. Tengo tiempo para muchas cosas, menos para mí con ser para mí mismo el tesoro más valioso de la creación.
Ser y hacer son dimensiones distinguibles, no separables. Soy lo que hago, hago lo que soy. “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7,16), dice Jesús, el hombre de la sabiduría elemental. Mirando lo que hago, sé quién soy.
Toda acción tiene un móvil, lo que me mueve a actuar. Existen solo dos móviles, Dios y el dinero. Mis acciones están inspiradas en el uno o en el otro. Actúo según el móvil elegido. Dime qué te mueve, el amor o la codicia, y te diré quién eres.
La Constitución de Colombia se jacta de haber sacado a Dios, declarándose laica, fruto de nuestra soberbia, pues nos bastamos a nosotros mismos. La codicia, apetito desordenado de poseer, es cada vez más nuestro común denominador. Así entendemos porqué la corrupción se extiende más y más por todas partes.
El corazón humano es un vaso vacío que espera su lleno. Se llena del Dios verdadero o del dios Dinero. Única alternativa, como lo estamos constatando.
Con motivo de la visita del Papa, Alfonso Gómez Méndez escribió: “Si la dirigencia política fuese católica […] jamás habría estimulado la violencia partidista de los años 50, ni convertido la democracia en una monarquía hereditaria […] ni tolerado y auspiciado la corrupción, ni convivi- do con esa otra lacra del narcotráfico […], ni mantenido un sistema que todavía nos sitúa entre los países más inequitativos del planeta”.
Al corazón humano, capaz de infinito, solo lo llena Dios. Por renunciar a Dios, sólo le queda el dios Dinero, que tiene ojos y no ve, oídos y no oye, pero arrasa con todo. La codicia invade de corrupción, violencia y muerte el mundo entero.
La ética, el comportamiento, no es fundamento de nada. Es el resultado de lo que somos. Quien se pregunta quién es, se interesa en la expresión de S. Agustín: “Ama y haz lo que quieras. Si barres, barrerás con amor, si corriges, corregirás con amor”.
Si amo, soy incapaz de hacer el mal, y sobre todo, incapaz de no hacer el bien. Si gobierno, gobernaré, no con codicia, sino con amor. Amor, único modo de asegurar la política como el arte del bien común. La verdadera ética, actuar con amor
Al corazón humano, capaz de infinito, solo lo llena Dios. Por renunciar a Dios, sólo le queda el dios dinero, que tiene ojos y no ve, oídos y no oye, pero arrasa con todo. La codicia invade de corrupción, violencia y muerte el mundo entero.