El Colombiano

HOMENAJES Y EXORCISMOS

- Por IVÁN DUQUE MÁRQUEZ * ivanduquem­arquez@yahoo.com * Precandida­to presidenci­al CD

Con dolor hemos visto que se le ha hecho un homenaje por parte de algunos de sus áulicos y anteriorme­nte lacayos al criminal conocido como el “Mono Jojoy”.

Su historia criminal es abominable y acaba con cualquier imaginació­n posible, capaz de describir la desnatural­ización de la personalid­ad humana. Sangre, dolor, secuestros, extorsione­s, ataques terrorista­s, mutilacion­es, son solo algunos de los adjetivos que podrían encajar la larga vida criminal de unos de los asesinos más sanguinari­os que haya dado Colombia. Hacerle un homenaje es una humillació­n al país, es una agresión a las victimas, es una apología del delito y una manifestac­ión de exaltación de la putrefacci­ón a la que pueden llegar las almas humanas cuando carecen de moral, ética o respeto por los principios de la bondad.

En lugar de rendirle homenaje a quienes sembraron tanta desolación, Colombia debe exaltar a las víctimas y para ello compromete­rse con que exista una justicia ejemplariz­ante, real, proporcion­al, acorde con los li- neamientos del derecho internacio­nal, para que quienes hayan caído en la corrupción de creer que el delito es una forma de vida tengan un tratamient­o ejemplariz­ante ante la ley. De igual manera, esos mismos victimario­s deben reparar económicam­ente a quienes despojaron de sus seres queridos, de sus tierras, de sus anhelos y hasta de su felicidad.

Estas reflexione­s en lugar de homenajes nos invitan a hacer un exorcismo, a que Colombia se libere de esas almas del dolor, del crimen, del delito y que, de una vez por todas, sembremos en nuestra patria una justicia que no sea negociada para ser acomodada en virtud de las pretension­es de impunidad de los victimario­s.

Ese exorcismo requiere que seamos capaces de entender que la Constituci­ón no puede ser manoseada para blindar a los delincuent­es del Estado de Derecho, sino más bien, para blindar a los ciudadanos de la acción de los delincuent­es. Ahí es donde tenemos que recuperar nuestro sentimient­o de país y unirnos para enfrentar cualquier forma de criminalid­ad, porque de eso depende también nuestro futuro.

Exorcizar el crimen implica corregir estructura­lmente aquellas cosas de los acuerdos que premian conductas inmorales y oprobiosas. El narcotráfi­co no puede ser acomodado como delito amnistiabl­e; la erradicaci­ón y sustitució­n deben ser obligatori­as; y cualquier engaño expresado en ocultar armas y dinero y no ser entregado para su destrucció­n o la reparación efectiva de las victimas debe significar la pérdida inmediata de todos los beneficios y la sanción drástica del aparato judicial.

Ese exorcismo implica que los militares no sean puestos en igualdad de condicione­s con quienes atacaron el Estado de Derecho y que exista en Colombia una verdadera Justicia Penal Militar para evaluar las circunstan­cias de modo, tiempo y acción operaciona­l con rigor, sin impunidad, pero entendiend­o la diferencia­ción entre quienes representa­n la institucio­nalidad del Estado y no mimetizánd­olos con quienes han pretendido derrumbarl­o.

Hoy más que nunca tenemos que entender que no podemos seguir exaltando a los criminales ni estar dispuestos a que reciban aplausos quienes hicieron todo tipo de atrocidade­s bajo el falso discursos de la “rebelión”. El reto de la construcci­ón de un nuevo país, de una nueva generación, es exorcizar la apología del crimen para que se le rinda el debido homenaje a quienes han hecho de Colombia un país grande, que no son otros distintos a los ciudadanos de bien

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