TRUMP Y CASTRO PUEDEN SALVAR A VENEZUELA
Después de meses de enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, las protestas callejeras en Venezuela se han calmado, pero la crisis económica y política está lejos de terminada. La Asamblea Nacional elegida fraudulentamente está diseñando una nueva constitución que convertirá a los cuerpos legislativos y al sistema judicial en subordinados del ejecutivo. El resultado será una nueva dictadura en América Latina -la primera en décadas.
Habiendo agarrado virtualmente el poder total de gobernar, el Presidente Nicolás Ma
duro no ha perdido tiempo en encarcelar a los oponentes políticos, recurrir a tortura y represión contra estudiantes, y silenciar a los medios noticiosos críticos que quedan. A pesar de una crisis humanitaria que ha llevado a que los ciudadanos de su país pierdan en promedio el 10 % de su peso, que les digan que se coman a sus conejos mascotas y que huyan al extranjero en manada, el sucesor de Hugo Chávez se niega a renunciar.
Otros países en la región y la oposición interna tienen que intensificar sus esfuerzos para encontrar una forma de salir del caos. Diálogos en la República Dominicana entre oficiales del gobierno del Sr. Maduro y sus oponentes no tendrán éxito por sí solos. El lunes, el Presidente Trump fue el anfitrión de una cena para los presidentes de Brasil, Colombia y Panamá y el vicepresidente de Argentina en la cual acordaron seguir trabajando juntos para resolver los problemas de Venezuela. Tal vez logren algo, pero sólo si otro país es introducido en la ecuación: Cuba.
Dada la animosidad del Sr. Trump hacia el régimen cuba- no en su discurso de las Naciones Unidas el martes, cuando dijo que Washington no levantará las sanciones contra La Habana hasta que haga reformas, puede parecer una asociación improbable. Pero los dos países tienen incentivos reales para trabajar juntos: sólo los cubanos pueden aliviar al señor Maduro y sus secuaces del poder, y solo la inversión, el turismo, el comercio y la buena voluntad de Estados Unidos pueden permitir a Cuba resolver sus graves problemas económicos. Si Raúl Castro se une, se podría llegar a un acuerdo, ahora o cuando la crisis tome otro mal giro.
El Sr. Maduro se niega a renunciar. Aunque el gobierno tiene programadas elecciones regionales para mediados de octubre, Maduro no ha querido invitar a elecciones presidenciales el año entrante, porque sabe que perderá.
¿Por qué deberían Washington y La Habana desempeñar un papel en la salida de Venezuela del desastre en que se encuentra?
Primero, en ocasiones Cuba ha sido de ayuda en las principales negociaciones sobre conflictos civiles, más recientemente en el acuerdo de paz de Colombia.
Segundo, el único poder externo con influencia real en Caracas es Cuba. Con más de 40.000 médicos, profesores y personal de inteligencia y seguridad cubanos en Venezuela, el gobierno de La Habana goza de completa confianza por parte de Maduro. Depende de ella para su propia seguridad, para influir sobre sus aliados y controlar a sus rivales y adversarios.
En resumen, los cubanos son los únicos actores en este lodazal que pueden influir en el señor Maduro y persuadirlo para que se retire. La oposición y los Estados Unidos deben ser persuadidos para que Maduro y sus amigos más cercanos tengan refugio seguro en La Habana. Esto impulsaría las elecciones presidenciales en Venezuela y un proceso de reconciliación con amnistía para todos los venezolanos.
¿Por qué obligarían los cubanos a Maduro a marcharse? Saben que aunque ha resistido la última crisis, hay muchas más por venir: el incumplimiento de la deuda, el descenso de la producción y los precios del petróleo, el malestar en las fuerzas armadas. Cuba lo ha apostado todo en otros países en el pasado y sabe bien que los resultados no han sido buenos.
Y Cuba tiene un enorme pro- blema justo al norte sin solución visible: Donald Trump. Con su victoria electoral, La Habana perdió todos sus contactos en Washington. Las revisiones del Sr. Trump de las acciones ejecutivas del presidente Barack Obama para normalizar las relaciones con La Habana son más hojas de parra para los legisladores cubano-americanos que amenazas reales a Cuba, pero están logrando un efecto secundario: disuadir a las empresas estadounidenses y europeas de invertir en Cuba. Cuba quiere turistas estadounidenses, pero necesita certidumbre y continuidad para atraer inversiones que podrían hacer crecer su economía. Sin el Sr. Trump, eso es improbable.
Venezuela tiene mucho para ganar de un gran negocio que incluye a Cuba y Estados Unidos, pero también lo tienen Cuba, Estados Unidos y el resto de América Latina. En el momento podrá parecer ingenuo pensar que Maduro y sus aliados aceptarían un acuerdo en el que deja el poder justo cuando parece haberlo consolidado. Pero a veces ese es el mejor momento para llegar a un acuerdo. La situación de Venezuela es inmantenible, y los cubanos, que han estado ahí por una eternidad, lo saben. ¿Lo sabe el Sr. Trump?