El Colombiano

ESOS HOMENAJES QUE DAN SUSTO

- Por JUAN DAVID RAMÍREZ CORREA juanda@une.net.co

Hacer homenajes es un tema milenario. Los homenajes representa­n la capacidad de mantener viva la memoria, el legado de aquellos que se deben recordar por sus aportes a propósitos comunes, que llevan dar un paso adelante en esa complejida­d llamada humanidad. En otras palabras, homenajes se le deben hacer a quienes ayudan a dar un paso adelante en este mundo que parece involucion­ar en vez de evoluciona­r.

En 1955, en Alabama, tierra de segregació­n racial para aquella época, una afroameric­ana llamada Rosa Parks se negó a ceder el asiento de un autobús a un blanco. Esa actitud valiente aportó con creces a la definición de derechos civiles para las minorías en los Estados Unidos. Desde entonces, Rosa Parks es un símbolo al que se le rinde homenaje por ser, como bien lo dicen los estadounid­enses, una de esas “manos que construyer­on América”.

En Alemania, como homenaje a las víctimas del holocausto, cambiaron los nombres a todos los infames campos de concentrac­ión por memoriales para que allí se recuerden las atrocidade­s cometidas por los nazis y se mantenga en la memoria el error histórico de Alemania cometió con la humanidad. Ahora pillen esta: como otra forma más de hacer un homenaje a las víctimas del holocausto judío, el gobierno Federal tiene restringid­o mencionar fuera de cualquier contexto el nombre de Adolf Hitler, así como la lectura de su libro Mein Kampf. El solo hecho de traer verbalment­e su recuerdo o escudriñar las barbaridad­es que inspiraron su mente retorcida, constituye­n una apología a la barbarie. Ahora, no crean esto es imposible de cumplir. La gente misma se encarga de ejercer ese control. De esa forma, perpetúan ese homenaje simbólico con las más de 15 millones de personas que murieron por el delirio del innombrabl­e.

En Colombia, el concepto de homenaje está muy tergiversa­do. En este tierra desde un peluquero hasta los cantantes de reguetón merecen ser homenajead­os, por creer que aportan a la humanidad. Hasta ahí, pues seguimos en el mundo macondiano. Sin embargo, la cosa cambia cuando el merecedor del homenaje es alguien nefasto. Eso pasó la semana pasada, cuando a las Farc, haciendo uso de su hoy permiso para ejercer la libertad de expresión, le dio por rendir homenaje a alias el “Mono Jojoy”, por ser un “indómito guerrero”, un tributo a quien quizá ha sido el mayor homicida derivado del conflicto en este país, un símbolo de la barbarie que azotó al país por más de 60 años, un secuestrad­or que mantuvo confinados por años en la selva a cien- tos de personas, que atentó contra civiles y que repartió toda la cocaína que quisieran los narcotrafi­cantes.

Como dirían en redes sociales: epic fail de las Farc, que suman un punto más en su anacronism­o histórico y otro más a sus errores de cálculo político, ahora que pueden ejercer el partidismo. La tragedia que causó semejante personaje no es equiparabl­e con lo que algunos creyeron que hizo a nombre de esa falsa revolución guerriller­a.

Pero al epic fail se suma el gobierno, que no templó lo suficiente para dejar claro que con la memoria de las víctimas no se puede ser demagogos, pues hay situacione­s y personas que deben ser recordadas en su verdadero contexto: como errores históricos.

Cosas así abren más la brecha entre los que creen a la paz y sus detractore­s. Eso sí es nefasto en medio del camino de la paz y la reconcilia­ción. Hay homenajes de homenajes, pero este dio susto

La tragedia que causó semejante personaje no es equiparabl­e con lo que algunos creyeron que hizo a nombre de la falsa revolución.

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