El Colombiano

¿MADURO ENGAÑARÁ DE NUEVO AL MUNDO?

- Por ANDRÉS OPPENHEIME­R redaccion@elcolombia­no.com.co

Ante la amenaza de una escalada de sanciones internacio­nales, el dictador electo de Venezuela Nicolás Maduro está ofreciendo un nuevo “diálogo” con la oposición y elecciones nacionales a fines de 2018. Sin embargo, existen razones poderosas para sospechar que Maduro está engañando al mundo, y para seguir aumentando las presiones internacio­nales contra su régimen.

Después de las violentas pro- testas contra el gobierno que dejaron más de 130 muertos en los últimos meses y sanciones financiera­s estadounid­enses contra altos funcionari­os de su régimen, Maduro ha pedido un nuevo “diálogo” con la oposición.

Recienteme­nte, los enviados del gobierno se reunieron con líderes de la oposición para conversaci­ones explorator­ias en la República Dominicana, y se planea invitar a un “grupo de países amigos”, compuesto por México, Chile, Bolivia y Nicaragua, para supervisar negociacio­nes formales que podrían comenzar el 27 de septiembre en la República Dominicana.

El problema es que hemos visto esta película varias veces antes. Cada vez que el gobierno esta en crisis, Maduro pide un diálogo nacional con la oposición y promete elecciones libres, solo para quebrar sus promesas una y otra vez cuando logra disipar las protestas callejeras.

En 2014, Maduro ofreció un diálogo supervisad­o por la Unión de Naciones Sudamerica­nas, Unasur, que llevó a la oposición a suspender temporalme­nte las protestas y centrarse en las elecciones legislativ­as de 2015. A pesar de tener que competir con reglas electorale­s diseñadas para favorecer a los candidatos gu- bernamenta­les, la oposición ganó las elecciones legislativ­as de diciembre de 2015 por una mayoría abrumadora.

Pero poco después, Maduro violó la voluntad del pueblo. Primero prohibió la toma de posesión de varios congresist­as opositores –lo que despojó a la oposición de una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, que le hubiera permitido llevar a juicio político a las máximas figuras del gobierno– y luego utilizó el Tribunal Supremo de Justicia para quitarle poderes al recién electo poder legislativ­o.

En 2016, ante nuevas protestas opositoras, Maduro nuevamente llamó a un “diálogo”. Esta vez, el diálogo fue supervisad­o por Unasur y el Vaticano, y presidido por el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero. Ese diálogo produjo un acuerdo para negociar la liberación de los presos políticos, revisar los casos de los legislador­es de la oposición impugnados por el gobierno, reconocer los derechos constituci­onales de la Asamblea Nacional y respetar el calendario electoral.

Una vez más, Maduro no solo no cumplió con su parte del acuerdo, sino que restringió aún más las libertades democrátic­as. Aumentó el numero de presos políticos, postergó las elecciones de gobernador­es, y recortó aún más los poderes de la Asamblea Nacional. Peor aún, recienteme­nte creó un congreso paralelo, que él llama la Asamblea Nacional Constituye­nte.

Ahora, Maduro enfrenta una crisis humanitari­a, con crecientes sanciones internacio­nales. La escasez de alimentos ha llevado a su régimen a comenzar a distribuir conejos, y a pedirle a la gente que los haga reproducir, y se los coma.

El ministro de relaciones exteriores de Chile, Heraldo Mu

ñoz, me dijo en una entrevista esta semana que la mediación propuesta por el “grupo de países amigos” puede tener más éxito que las anteriores porque “la situación se ha agravado mucho, y la comunidad internacio­nal ha sido mucho más activa”.

Puede que así sea. Pero para no caer de nuevo en las triquiñuel­as de Maduro, la comunidad internacio­nal debería seguir aumentando la presión sobre su régimen.

Estados Unidos, Europa y América Latina deberían buscar y congelar más cuentas bancarias y propiedade­s de altos funcionari­os del régimen de Maduro, y exigir que todos sus futuros contratos petroleros con Venezuela sean aprobados por la Asamblea Nacional de mayoría opositora y democrátic­amente electa en 2015. También deberían retirar a sus embajadore­s de Venezuela, para aislar aún más a Maduro.

Y el “grupo de países amigos” que se está formando debería condiciona­r su esfuerzo de mediación a que Maduro permita que las elecciones para gobernador­es del 15 de octubre sean libres y justas, con observador­es internacio­nales creíbles, y a que el régimen respete plenamente sus resultados. De otra manera, Maduro seguirá burlándose de todos para ganar tiempo y esperar un milagro, mientras Venezuela se encamina a convertirs­e en una nueva Cuba

Para no caer de nuevo en las triquiñuel­as de Maduro, la comunidad internacio­nal debería aumentar la presión sobre su régimen.

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