El Colombiano

HAMBRE, EL RETO

- Por JUAN JOSÉ PERFETTI DEL CORRAL jjperfetti­2@gmail.com

La noticia dada por la FAO en días anteriores sobre el aumento en 2016 del hambre a nivel global pone en jaque a la comunidad internacio­nal, ya que, según advierten algunos analistas, la posibilida­d real de eliminar el hambre en 2030 (Hambre cero), como se planteó en los objetivos globales de desarrollo sostenible, se hace más difícil.

Según la FAO, en 2016, en el mundo, el hambre afectó a 815 millones de personas, cifra que se compara negativame­nte con el número de personas registrada­s en dicha condición en 2015, que fue de 777 millones. Esto implica que, a nivel global, el año pasado el número de personas afectadas por el hambre se incrementó en 38 millones.

A pesar de que es conocido que anualmente en el mundo se produce suficiente comida para alimentar de manera adecuada a toda la población que habita el planeta y que, como la misma FAO ha señalado en repetidas ocasiones, las pérdidas de alimentos a lo largo de las cadenas agroalimen­tarias son muy grandes, según esta agencia de la ONU, el pro- blema del hambre que actualment­e afecta al mundo no tiene que ver ni con la desigualda­d en el acceso a la alimentaci­ón ni con las ineficienc­ias del sistema agroalimen­tario.

Para la FAO, el aumento del hambre “se debe en gran medida a la proliferac­ión de los conflictos violentos y a las perturbaci­ones relacionad­as con el clima”. A estas causas principale­s se agregan los eventos climáticos extremos (sequías e inundacion­es) y la desacelera­ción económica mundial que se ha tenido últimament­e.

Aunque se reconoce que los conflictos y el clima son factores que claramente afectan a las poblacione­s sometidas a estos fenómenos (no hay que olvidar, por ejemplo, las hambrunas históricas que han vivido algunas regiones de África por efecto de las sequías), no es claro que, como lo señala la FAO, la “consolidac­ión de la paz y la resolución de conflictos” constituya­n el principal medio para superar la situación del hambre en el mundo.

La distribuci­ón geográfica del hambre alrededor del orbe y la alta concentrac­ión de este fenómeno en las zonas rurales determinar­ían que, relativame­nte, las poblacione­s que ocupan estos territorio­s deberían ser los principale­s beneficiar­ios de las políticas, los recursos y las acciones tendientes a eliminar el hambre del planeta.

Lo anterior implica que tanto la cooperació­n interna- cional como los gobiernos de los países en desarrollo deberían darle prioridad, en los programas de apoyo que se adelantan, a los desarrollo­s agrícolas y rurales que involucran a los pequeños productore­s y a sus familias, pues es este grupo el que más se ve afectado por la pobreza y el hambre. En particular, estos programas deberían asegurarle­s rutas de transforma­ción productiva, generación de ingresos y salida de la pobreza y del hambre.

Mientras los programas contra el hambre no se centren en este grupo de población, el mundo continuará viviendo la ironía que hoy existe de que, mientras en el campo se produce suficiente cantidad de alimentos a nivel global, son sus pobladores (especialme­nte los más pobres y los pequeños productore­s) los que mayormente padecen de hambre

Según la FAO, en 2016 en el mundo el hambre afectó a 815 millones de personas. En 2015 fue a 777 millones.

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