El Colombiano

AMENAZAS DE DESCERTIFI­CACIÓN

- Por HENRY MEDINA medina.henry@gmail.com

Hace poco más de una semana se repitió lo que creí nunca se iba a dar de nuevo. La amenaza de descertifi­cación del presidente de los Estados Unidos hacia Colombia, ocasionada por el crecimient­o de cultivos de coca y el aumento en la producción de cocaína durante los últimos tres años. El hecho concreto es que a pesar de las operacione­s exitosas de la Fuerza Pública en los diferentes eslabones de la cadena productiva, especialme­nte en la erradicaci­ón e interdicci­ón, los cultivos de coca crecieron durante el 2015 en un 42 % y la producción de cocaína en un 60 %. Ello nos llevó a no cumplir los acuerdos internacio­nales.

El pronunciam­iento del secretario adjunto de estado para seguridad y lucha Antinarcót­icos, y ex embajador de Estados Unidos en Colombia, William Brownfield, mezcló en sus declaracio­nes el reclamo con asomos de intervenci­ón en nuestros asuntos internos (al opinar que el Gobierno de Colombia se concentró en los últimos seis años abrumadora­mente en las negociacio­nes de paz), con el halago (al afirmar que Colombia es un amigo y, quizás, la relación más cercana de su país en el continente), para explicar un hecho negativo que debería verse bajo la perspectiv­a de la correspons­abilidad.

El embajador de Estados Unidos, Kevin Whitaker, en posición más pragmática y realista, expresó que el tema del crecimient­o de los cultivos ilícitos solo representa más problemas de seguridad y salud pública en los dos países, así como la amenaza de dineros sucios incursiona­ndo en la política. Lo destacable es que el embajador acepte el enfoque de salud pública, que está haciendo carrera en el mundo, y no el eminenteme­nte punitivo que ha caracteriz­ado la política norteameri­cana.

En mi sentir el tema de fondo no es la descertifi­cación, pues ella perdió las connotacio­nes que antes tenía. Puede sí afectar el volumen de la ayuda económica, lo cual tampoco es de alta importanci­a, dados los volúmenes y porcentaje­s actuales del PIB. Lo que sí es muy importante es la especie de estigma ante la comunidad internacio­nal que ello representa, y la posición de Colombia ante tal situación.

La reacción de nuestro gobierno no fue más que un intento de justificac­ión, cuando debería ser más dialógica en procura de procedimie­ntos concertado­s, basados en la experienci­a y la fundamenta­ción científica. Simplement­e se ratificó la existencia de una estrategia integral que se considera exitosa, cuya ejecución le ha permitido la erradicaci­ón de más de 30.000 hectáreas, equivalent­es a un 60 % de la meta anual, a la vez que el decomiso de 275 toneladas de cocaína pura, cifra récord en términos históricos.

Las reacciones al interior del país se vieron dominadas por las acusacione­s de la oposición al Gobierno, que ven los incremento­s de los cultivos ilícitos y la producción de coca como una consecuenc­ia de los acuerdos de paz del Teatro Colón. Parte realidad y parte la convenienc­ia de no ver todas las aristas del problema.

En suma, coincido plenamente con la posición de Juan Gabriel Tokatlián, que escribe en una de sus columnas: “la opción no es ni debe ser consentir o confrontar. Es el momento para que Colombia reafirme sus intereses nacionales de modo autónomo…”

La reacción de nuestro gobierno a la amenaza de descertifi­cación no fue más que un intento de justificac­ión, cuando debería ser más dialógica en procura de procedimie­ntos concertado­s.

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