AMENAZAS DE DESCERTIFICACIÓN
Hace poco más de una semana se repitió lo que creí nunca se iba a dar de nuevo. La amenaza de descertificación del presidente de los Estados Unidos hacia Colombia, ocasionada por el crecimiento de cultivos de coca y el aumento en la producción de cocaína durante los últimos tres años. El hecho concreto es que a pesar de las operaciones exitosas de la Fuerza Pública en los diferentes eslabones de la cadena productiva, especialmente en la erradicación e interdicción, los cultivos de coca crecieron durante el 2015 en un 42 % y la producción de cocaína en un 60 %. Ello nos llevó a no cumplir los acuerdos internacionales.
El pronunciamiento del secretario adjunto de estado para seguridad y lucha Antinarcóticos, y ex embajador de Estados Unidos en Colombia, William Brownfield, mezcló en sus declaraciones el reclamo con asomos de intervención en nuestros asuntos internos (al opinar que el Gobierno de Colombia se concentró en los últimos seis años abrumadoramente en las negociaciones de paz), con el halago (al afirmar que Colombia es un amigo y, quizás, la relación más cercana de su país en el continente), para explicar un hecho negativo que debería verse bajo la perspectiva de la corresponsabilidad.
El embajador de Estados Unidos, Kevin Whitaker, en posición más pragmática y realista, expresó que el tema del crecimiento de los cultivos ilícitos solo representa más problemas de seguridad y salud pública en los dos países, así como la amenaza de dineros sucios incursionando en la política. Lo destacable es que el embajador acepte el enfoque de salud pública, que está haciendo carrera en el mundo, y no el eminentemente punitivo que ha caracterizado la política norteamericana.
En mi sentir el tema de fondo no es la descertificación, pues ella perdió las connotaciones que antes tenía. Puede sí afectar el volumen de la ayuda económica, lo cual tampoco es de alta importancia, dados los volúmenes y porcentajes actuales del PIB. Lo que sí es muy importante es la especie de estigma ante la comunidad internacional que ello representa, y la posición de Colombia ante tal situación.
La reacción de nuestro gobierno no fue más que un intento de justificación, cuando debería ser más dialógica en procura de procedimientos concertados, basados en la experiencia y la fundamentación científica. Simplemente se ratificó la existencia de una estrategia integral que se considera exitosa, cuya ejecución le ha permitido la erradicación de más de 30.000 hectáreas, equivalentes a un 60 % de la meta anual, a la vez que el decomiso de 275 toneladas de cocaína pura, cifra récord en términos históricos.
Las reacciones al interior del país se vieron dominadas por las acusaciones de la oposición al Gobierno, que ven los incrementos de los cultivos ilícitos y la producción de coca como una consecuencia de los acuerdos de paz del Teatro Colón. Parte realidad y parte la conveniencia de no ver todas las aristas del problema.
En suma, coincido plenamente con la posición de Juan Gabriel Tokatlián, que escribe en una de sus columnas: “la opción no es ni debe ser consentir o confrontar. Es el momento para que Colombia reafirme sus intereses nacionales de modo autónomo…”
La reacción de nuestro gobierno a la amenaza de descertificación no fue más que un intento de justificación, cuando debería ser más dialógica en procura de procedimientos concertados.