El Colombiano

FER, EL MEJOR FORMADOR

- ISABEL VALLEJO

Yo hice parte de la escuela que lidera el editor ejemplar. Lo conocí en 2002, cuando era su alumna de Redacción Noticiosa en la Universida­d de Manizales. Era un profesor riguroso, entretenid­o, intelectua­l, inspirador. Hacía parciales de actualidad dos veces por semana, lo que me retó a levantarme al alba a escuchar radio, y siempre tenía una invitación abierta a la lectura. De sus recomendac­iones obligadas recuerdo, sobre todo,

de luego vinieron otros títulos, que ya a voluntad tomaba años después de su biblioteca personal ubicada en su lugar de trabajo, también repleto de periódicos, libros y más periódicos de diferentes orígenes. Nunca dejó de ser un maestro. Cuando digo escuela me refiero a La Patria, redacción a la que llegan jóvenes recién graduados como periodista­s, llenos de sueños y expectativ­as, y en la que se vive un increíble proceso de metamorfos­is personal y laboral. A mí me pasó. Como guía es el mejor pedagogo, es un conocedor al derecho (y del derecho tam- bién, es abogado) y al revés de las reglas gramatical­es, un lector imparable y un amigo siempre dispuesto a escuchar. Quizás, esta última cualidad es la que más le admiro: su capacidad para absorber y para pintar el mundo de la mejor manera, aunque con muchos matices de humor negro. Durante seis años me acompañó como jefe y de su mano, consejos y regaños, supe que elegí la mejor profesión. Ahora desde la distancia, sé que Fer, u ‘Olafo’, está como siempre desde muy temprano en la redacción para seducir con sus conocimien­tos a quienes apenas arriban a escribir sus historias. A él, ¡toda la gratitud!, por su infinita pasión e inquebrant­able convicción de querer hacer bien las cosas. Son las mayores lecciones que hoy tengo como sello. Un consejo: me cuestionó el por qué era tan dramática con situacione­s laborales que no lo merecían. En aquella época me frustraba mucho, sentía que el fin del mundo estaba por llegar cada ocho días. Me enseñó a ser más sensata y a entender que como profesiona­l podía embarrarla, desembarra­rla y aprender del error.

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