LA MUERTE DE LA IZQUIERDA EUROPEA
Entre los muchos resultados preocupantes de las recientes elecciones alemanas fue el posterior colapso del principal partido de centro-izquierda, los socialdemócratas, que recibió solo el 20,5 por ciento de los votos, su peor desempeño desde la Segunda Guerra Mundial. En Europa, los partidos socialdemócratas o de centro-izquierda están en declive. En las elecciones de este año en Francia y los Países Bajos, los partidos socialistas y laboristas tuvieron tan mal desempeño que muchos cuestionan su existencia futura. Incluso en Escandinavia, considerado el bastión socialdemócrata del mundo, los partidos de larga duración se han reducido a porciones de votos entre los altos 20 y los bajos 30.
Para finales del siglo XX, este mensaje distintivo había sido descartado en su mayor parte. En cambio, la izquierda fue dominada por dos campos.
El primero fue personificado por Tony Blair de Gran Bretaña y Gerhard Schröder de Alemania. Estos nuevos políticos de centro-izquierda celebraron las ventajas del mercado, pero ignoraron sus desventajas. Se diferenciaban de los liberales y conservadores clásicos apoyando una red de seguridad social para amortiguar los peores efectos de los mercados, pero no ofrecían una crítica fundamental del capitalismo.
El segundo campo es una extrema izquierda de anti-globalización, representada por el movimiento Ocupación, la rama de Jeremy Corbyn del Partido Laboral de Gran Bretaña y Syriza en Grecia. Este campo tomó seriamente las desventajas del mercado, pero vió pocas ventajas.
Para finales del siglo XX, sin embargo, esta comprensión de los objetivos de la socialdemocracia había sido en gran medida abandonada. Algunos no lograron abordar las preocupaciones generadas por el cambio social y cultural, ya sea por falta de comprensión o por la esperanza de que la solución de los problemas económicos los haría desaparecer. Otros aceptaron sin crítica estos cambios, promoviendo tanto el cosmopolitismo como los intereses y la distinción cultural de los grupos minoritarios.
Estas actitudes han fragmentado al distrito electoral de la izquierda y han hecho imposible reconstruir la solidaridad social o el sentido de propósito nacional compartido necesario para apoyar impuestos más al- tos, programas de bienestar robustos y gobiernos activistas.
Pero el declive del centroizquierda tiene implicaciones mayores. Más obviamente, ha creado un espacio para una derecha populista cuyo compromiso con el liberalismo, e incluso con la democracia, es cuestionable. En muchos países europeos, ahora incluyendo a Alemania, estos partidos han tenido éxito en parte atrayendo grupos que históricamente han apoyado al centro-izquierda, como trabajadores y personas sin educación, abordando directamente los temores económicos generados por la globalización, así como los generados por el cambio social y cultural.
Durante el período posguerra, la política europea fue dominada por la competencia entre un centro-izquierda y un centro-derecha que ofreció verdaderas diferencias políticas pero estaban de acuerdo en el marco básico de la democracia liberal y capitalista. Estos partidos eran lo suficientemente grandes para formar gobiernos, organizar agendas y activar políticas. Pero como lo dejó claro el resultado de las recientes elecciones alemanas, el deceso electoral del centro-izquierda lo ha dejado incapaz de formar gobiernos estables y coherentes, lo cual hace más difícil solucionar problemas y deja a los votantes más frustrados con partidos e instituciones tradicionales.
Esta es una parte de lo que ha permitido a los populistas hacer incursiones, como fue claro durante las elecciones alemanas, donde el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania se promovió como la verdadera “alternativa” al status quo. Incluso muchos dentro de los socialdemócratas reconocieron que su partido carecía de una visión en cuanto a hacia dónde quería que fuera Alemania.
Si los socialdemócratas y otros partidos de centro-izquierda una vez más son incapaces de ofrecer a los votantes soluciones a los desafíos que enfrentan sus países, su declive continuará, el populismo florecerá y la democracia se desintegrará