LA TORPEZA DE LA FUERZA
El gobierno nacional que lidera el PP logró justo lo contrario a lo que se proponía y amplificó las demandas separatistas.
Mariano Rajoy, de 62 años y un hablar confuso y torpe, preside el gobierno español desde el 2011 con las banderas del Partido Popular. Poco dado a los consensos, decidió que la fuerza era el mejor camino para resolver el dolor de cabeza independentista catalán. Y el domingo, cuando a pesar de las presiones y la declaratoria de ilegalidad del referendo, un porcentaje importante de catalanes intentó participar en la votación, la orden del gobierno nacional en cabeza de Rajoy fue arremeter con la fuerza pública.
Las imágenes son brutales. La Policía Nacional y la Guardia Civil entraron con bolillos y balas de goma a desalojar los centros de sufragio y repartió golpes por igual a hombres y a mujeres y a jóvenes y a ancianos. Puños en la cara. Patadas en el estómago. Al final, cerca de mil personas resultaron heridas.
España primero, Europa después y el resto del mundo al final, fueron críticos del movimiento de Madrid y la desproporción en el uso de la fuerza por parte de la policía. Rajoy, por supuesto, fue el objeto de los mayores cuestionamientos y en una muestra de su infinita incapacidad para entender la dimensión del problema declaró: “hemos hecho lo que teníamos que hacer, actuando con la ley”.
El 1 de octubre de 2017 pasará rápidamente a convertirse en un hito de la lucha independen- tista catalana y será un símbolo desafortunado de la fractura española. El gobierno nacional que lidera el PP logró justo lo contrario a lo que se proponía y amplificó las demandas separatistas que ganarán adeptos ante los últimos acontecimientos.
Resulta increíble que un gobierno como el de Rajoy, que costó tanto consolidar por su falta de mayorías parlamentarias, tenga una visión tan limitada en el manejo de la cuestión nacional, le apueste a la violencia y luego salga a defender las patadas a la ciudadanía. Sin la más mínima autocrítica, los conservadores abonaron el domingo su salida del poder.
La fractura social española extendida exponencialmente por el actuar de Madrid y el comportamiento sectario de los líderes políticos catalanes, tardará años en repararse. Lo descorazonador es que se evidencia un interés de réditos políticos en cada palabra dicha y en cada decisión tomada. Se antepone el poder a la unidad nacional y la macana a la palabra