LA PRENSA, ÚNICA ESPERANZA
Nunca como hoy, el periodismo colombiano tiene en sus manos una inmensa responsabilidad. Siempre se ha dicho que la prensa es el cuarto poder, después de los tres poderes democráticos: el ejecutivo, legislativo y judicial. Pero cuando en un país esos tres poderes han sido tan deteriorados por la corrupción, como en Colombia, la ciudadanía vierte su esperanza en la prensa.
Antes se sabía sobre graves casos de corrupción en el legislativo y ahora los reflectores de Odebrecht se enfocan sobre el ejecutivo. Pero hoy son los magistrados de las altas cortes quienes aparecen envueltos en el más vergonzoso escándalo de malignidad, que los pone en el mismo nivel de los “carteles” (lo han llamado el cartel de los togados), reductos de malevos asociados para convertir la vida de una sociedad en un asunto deplorable e invivible.
Cuando todos los poderes se corrompen, la prensa tiene que atender al llamado angustioso de una sociedad que siente que ya ni las leyes son suficientes para defenderla de la corrupción. En ese nido de alacranes de las altas autoridades (ejecutivo, legislativo y judicial), ¿en quién confiar para señalar la corrupción? Queda la prensa.
Pero la prensa no puede sustituir a los jueces, es cierto. Pero sí puede establecer un jui- cio social, pues una de las fallas en las que hemos incurrido como sociedad, es precisamente la ausencia de una condena social, pues hemos caído tan bajo que (por creer que el éxito consiste en tener -o aparentarmucho dinero) se ha elevado a categoría de héroe a aquellos que de manera ilícita consiguen mucho dinero, pagan unos cuantos años de mansión por cárcel y luego salen a ostentar los beneficios de sus pillerías.
El problema es que ese cuarto poder también está oscurecido por los intereses políticos y económicos de sus dueños. Ya son pocos los medios masivos tradicionales colombianos que son empresas infor- mativas puras (y las que son, también tienen sus deslices), que no pertenecen a inmensos emporios económicos que solo ven a los medios como parte de sus negocios, desconociendo la inmensa responsabilidad social que estos tienen en la construcción de ciudadanía y en el fortalecimiento de una poderosa democracia.
Esperamos que en estos momentos tan aciagos para Colombia (pensándolo bien estamos en ellos desde hace decenas de años), la prensa y los dueños de los medios, entiendan que solo ellos tienen el suficiente poder para señalar y develar la corrupción de los otros tres