El Colombiano

LA PRENSA, ÚNICA ESPERANZA

- Por ANA CRISTINA ARISTIZÁBA­L URIBE anacauribe@gmail.com

Nunca como hoy, el periodismo colombiano tiene en sus manos una inmensa responsabi­lidad. Siempre se ha dicho que la prensa es el cuarto poder, después de los tres poderes democrátic­os: el ejecutivo, legislativ­o y judicial. Pero cuando en un país esos tres poderes han sido tan deteriorad­os por la corrupción, como en Colombia, la ciudadanía vierte su esperanza en la prensa.

Antes se sabía sobre graves casos de corrupción en el legislativ­o y ahora los reflectore­s de Odebrecht se enfocan sobre el ejecutivo. Pero hoy son los magistrado­s de las altas cortes quienes aparecen envueltos en el más vergonzoso escándalo de malignidad, que los pone en el mismo nivel de los “carteles” (lo han llamado el cartel de los togados), reductos de malevos asociados para convertir la vida de una sociedad en un asunto deplorable e invivible.

Cuando todos los poderes se corrompen, la prensa tiene que atender al llamado angustioso de una sociedad que siente que ya ni las leyes son suficiente­s para defenderla de la corrupción. En ese nido de alacranes de las altas autoridade­s (ejecutivo, legislativ­o y judicial), ¿en quién confiar para señalar la corrupción? Queda la prensa.

Pero la prensa no puede sustituir a los jueces, es cierto. Pero sí puede establecer un jui- cio social, pues una de las fallas en las que hemos incurrido como sociedad, es precisamen­te la ausencia de una condena social, pues hemos caído tan bajo que (por creer que el éxito consiste en tener -o aparentarm­ucho dinero) se ha elevado a categoría de héroe a aquellos que de manera ilícita consiguen mucho dinero, pagan unos cuantos años de mansión por cárcel y luego salen a ostentar los beneficios de sus pillerías.

El problema es que ese cuarto poder también está oscurecido por los intereses políticos y económicos de sus dueños. Ya son pocos los medios masivos tradiciona­les colombiano­s que son empresas infor- mativas puras (y las que son, también tienen sus deslices), que no pertenecen a inmensos emporios económicos que solo ven a los medios como parte de sus negocios, desconocie­ndo la inmensa responsabi­lidad social que estos tienen en la construcci­ón de ciudadanía y en el fortalecim­iento de una poderosa democracia.

Esperamos que en estos momentos tan aciagos para Colombia (pensándolo bien estamos en ellos desde hace decenas de años), la prensa y los dueños de los medios, entiendan que solo ellos tienen el suficiente poder para señalar y develar la corrupción de los otros tres

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