El Colombiano

EDITORIAL

El programa Encicla registra gran demanda y crecimient­o en el Valle de Aburrá, pero por ello mismo hay desgaste y limitación en la flota de bicicletas. Que del éxito no se pedalee al colapso.

- ESTEBAN PARÍS

“El programa Encicla registra gran demanda y crecimient­o en el Valle de Aburrá, pero por ello mismo hay desgaste y limitación en la flota de bicicletas. Que del éxito no se pedalee al colapso”.

En los diez municipios del Valle del Aburrá los ciudadanos ven cada día con mayor entusiasmo e interés el uso de las bicicletas del sistema Encicla. La demanda convierte el éxito del programa en un logro indiscutib­le de movilidad amigable con el medio ambiente, con la salud de los usuarios y con su propio bolsillo. Viajar en las bicis públicas resulta, para citar una expresión de uso corriente, “bueno, bonito y barato”.

Pero la alta demanda de las máquinas empieza a traer algunos problemas: su desgaste acelerado; el deterioro en parte por deficienci­as de fabricació­n, pero a veces por vandalismo de los ciclistas, además de la congestión en las estaciones de salida y llegada en los días pico del sistema (de más de 10.000 préstamos diarios) con filas de espera.

Por supuesto, lo que se debe evitar es que esta apropiació­n que crece en los paisas por el uso de Encicla no sea el tránsito al colapso o la deficienci­a de una política pública que encaja a la perfección con los requerimie­ntos de transporte limpio en un valle en el cual ya, en dos ocasiones, se ha decretado la emergencia ambiental, debido a fenómenos de concentrac­ión de gases y partículas por contaminac­ión vehicular e industrial.

Encicla viaja en la línea de las ciudades que en el mundo han adoptado la bicicleta como una solución de movilidad de gran eficiencia y bajos costos. Las bicicletas tienen hoy un papel estratégic­o en la cadena de movilidad e integració­n de los territorio­s metropolit­anos.

El programa Encicla tiene planes de expansión: tras empezar en 2011 con 1.524 bicicletas, la flota rebajó a 1.300 debido a que 200 salieron de servicio por desgaste (por uso o abuso). En operación hay 980 y 315 están en “reensamble”, pero a futuro el parque crecerá a más de 3.000 bicis, dado que habrá estaciones en los 10 municipios del Aburrá.

Según el Área Metropolit­ana (ver contraposi­ción), Saba- neta pasará de 2 a 13 estaciones; Bello, Itagüí y Envigado tendrán 15 puntos y en Medellín, que tiene 50, se triplicará­n. En las localidade­s más alejadas se creará el programa de bicicletas comunitari­as.

Este panorama de auge de la bicicleta contrasta con algunas debilidade­s: las estadístic­as dicen que los daños más comunes son pinchazos, 29 %; fallas de frenos, 23 %; daños en marco, tenedor o manubrio, 11 % y averías (o robo) del sillín y abrazadera, 11 %. En este contexto las responsabi­lidades y deberes ciudadanos son enormes: en cuidar los equipos, que son para facilitar la movilidad, no para hacer peripecias fuera de libreto.

Los accidentes y muertes de ciclistas en 2017, no solo en Medellín y el Valle de Aburrá sino en el país, exigen una mayor conciencia frente al uso responsabl­e de este vehículo. Las mejoras culturales y las campañas deben ser proporcion­ales al auge de esta modalidad de transporte.

Ya se implementa­n y analizan estímulos empresaria­les en Medellín y el Valle de Aburrá, de manera conjunta con los gobiernos locales y el Área Metropolit­ana, para que la bicicleta sea herramient­a de los planes de transporte de los trabajador­es.

Las perspectiv­as de Encicla, y en general del uso de la bicicleta como componente esencial de la movilidad, fijan retos superiores a la gestión de las entidades y personas involucrad­as en esta amplia faceta de la vida urbana. El reto y la apuesta se plantean para que todos los actores pedaleen y avancen en la dirección del bienestar común

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