ÉXITO AGROEXPORTADOR
Resulta positivo que diversos analistas y columnistas de opinión se refieran y destaquen las oportunidades que para el desarrollo del campo y de la econo- mía representan las exportaciones agropecuarias y agroindustriales. Con ello se amplía el consenso alrededor de la importancia y el potencial que tiene el sector agroexportador del país.
Dado que tradicionalmente la política agrícola ha sido poco proclive a promover e impulsar las exportaciones sectoriales, es importante tener en cuenta algunas de las principales enseñanzas y lecciones derivadas de los casos de éxito agroexportador alrededor del mundo.
Entre dichas experiencias se destaca el hecho de que detrás del éxito agroexportador hay una política comercial fundamentada en la apertura del sector agropecuario, que va acompañada de una política agrícola activa en la que el Estado, antes que privilegiar el uso de los subsidios y los apoyos, da prioridad a la generación de bienes públicos esenciales para el desarrollo sectorial.
En este sentido es clave que el sector privado (como ocurrió en los años ochenta en Nueva Zelanda) lidere la transformación y la modernización de una agricultura basada en las mejoras crecientes en productividad, fundamentada esta en la generación y la aplicación de nuevo conocimiento.
Ello implica que, como ocurre en dicho país, en el gasto público sectorial se priorice lo relacionado con la investigación, la tecnología y la innovación.
De esta forma, el lema que debe distinguir al sector agroexportador es “productividad, productividad y productividad”. Con ello se hace énfasis en la idea de que para la conquista y la ampliación de mercados externos no solo basta tener ventajas comparativas, sino que se deben crear las ventajas competitivas y estas encuentran su fundamento en las ganancias en productividad.
En un estudio reciente de Fedesarrollo sobre la política comercial agrícola del país (al que se ha hecho referencia en esta columna), se muestra cómo, a mitad de los noventa, Colombia y Perú exportaban en mínimas cantidades frutas no tradicionales.
Sin embargo, gracias a unas políticas que promueven el desarrollo exportador y a un sector privado dispuesto a invertir en la agricultura, en 2015 Perú tuvo exportaciones cercanas a los 1.400 millones de dólares. En cambio, las exportaciones de Colombia fueron de solo 50 millones de dólares.
De esta forma, en ese año, las exportaciones de frutas del Perú (entre las que se encuentran la uva, el aguacate y el mango) representaron el 32% del total de exportaciones agrícolas. En el caso de Colombia dicha participación fue del 1,4%.
El caso peruano deja en claro que una buena mezcla de políticas gubernamentales, bienes públicos y desarrollo empresarial produce, con el tiempo, resultados beneficiosos para el desarrollo del campo y del país.
Finalmente, para Colombia, que tiene un enorme potencial para concretar una oferta diversificada de exportaciones agropecuarias y agroindustriales, el caso del desarrollo del mercado mundial del kiwi por parte de Nueva Zelanda debe servir de ejemplo de que no solo se trata de producir, sino que, para nuevos productos (como las frutas exóticas y amazónicas), es necesario “desarrollar el mercado”. Para ello, el apoyo estatal resulta fundamental
El caso peruano es una lección de una buena mezcla de políticas oficiales y desarrollo empresarial.