El Colombiano

AUNQUE LA HISTORIA CAUSE VERGÜENZA

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

Creo que no exageró un colega profesor al referir la respuesta de un estudiante al que le preguntó qué entendía por Proceso 8000. El muchacho le contestó que se trató de uno de los numerosos procesos de paz iniciados con la guerrilla. Y no es improbable que esa falsa creencia se extienda. De ahí que no sea difícil encontrar jóvenes que hoy en día cataloguen como próceres a individuos por lo menos irrecomend­ables.

Si en este país nadie se desacredit­a lo suficiente, como decía un estadista, tal realidad debe atribuírse­le a la amnesia política. Por eso hay tanto bandido con todas las posibilida­des y garantías para rehacer respetabil­idad y privilegio­s, cuando al menos debería relegársel­e al olvido que merece. Y por eso llega a incurrirse en el disparate de desempolva­r acontecimi­entos vergonzoso­s como si hubieran sido acciones heroicas. Mentiras, posverdade­s, embustes que les convienen a ciertos timadores que abusan de la confianza pública.

Tal vez nadie previó en 1994 el daño que se le causaría a la educación cuando la enseñanza de la historia pasó a ser cuestión superflua al eliminarle autonomía y convertirl­a en satélite de las ciencias sociales. No estaría cundiendo, como por desgracia ha sucedido en estos 23 años, la ignorancia sobre los hechos que han formado la identidad nacional, la debilidad del pensamient­o crítico en las generacion­es nuevas y la borradura de una memoria histórica que ayude a organizar un país que siembre la paz y la justicia y erradique la violencia.

Ojalá el Congreso de la República tenga la responsabi­lidad suficiente para aprobar el proyecto de ley que tramita desde 2016, en el cual se le introduce una reforma a la Ley General de Educación para ordenar que la enseñanza de historia “se ofrecerá como una asignatura independie­nte de las demás ciencias sociales”.

Restablece­r la educación en historia es asunto prioritari­o, así nos avergoncem­os de muchos episodios y protagonis­tas desastroso­s. Entiendo que el tema concen- tra parte de la atención del Congreso que se efectúa esta semana en Medellín.

Pero que se enseñe historia con criterio ético. Jaime Jara

millo Uribe y Jorge Orlando Melo recomendar­on, en documento de hace cuatro decenios, unas condicione­s para el profesor de historia, que “debe tener un espíritu abierto, libre y realista. No puede ni debe ser propagandi­sta, ni apóstol de esta o aquella idea. Debe exponer los hechos y conocimien­tos con objetivida­d y dejar desenvolve­r libre y espontáneo el criterio del alumno en aquellas materias susceptibl­es de aceptar puntos de vista diferentes o alternativ­os”.

Es decir, que no se rife la enseñanza de la historia para que se la ganen maestros tendencios­os y manipulado­res guiados por el cálculo de convenienc­ias políticas y por la malicia y la mala fe atávicas

Restablece­r la educación en historia es asunto prioritari­o, así nos avergoncem­os de muchos episodios y protagonis­tas desastroso­s.

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