El Colombiano

RESPUESTA A RECIENTE COLUMNA

- Por EDUARDO DÍAZ URIBE*

Estimada Directora,

Leímos con atención la columna del coronel (r) John Marulanda, de Acore, titulada “Pues sí, es el narcotráfi­co”, publicada en El Colombiano el 14 de septiembre.

En cuanto a la afirmación del coronel (r) Marulanda de que la negociació­n con las Farc tuvo como telón de fondo el narcotráfi­co, reconocemo­s que este, sin duda, es una de las tantas dimensione­s del complejo contexto en el que transcurri­ó el conflicto armado.

Por esta razón, uno de los cinco puntos de la agenda de conversaci­ones fue la solución al problema de las drogas ilícitas. La negociació­n se realizó bajo el entendido de que el narcotráfi­co alimentó el conflicto y que su resolución abre una oportunida­d histórica para encontrar una solución de largo aliento para este problema. Esto es precisamen­te lo que estamos haciendo en este momento. Gracias al nuevo contexto que resultó de la firma del acuerdo de paz, el Esta- do colombiano ha tenido la posibilida­d de intervenir territorio­s en donde antes le era imposible llegar de una manera permanente e integral.

El coronel (r) Marulanda se equivoca cuando afirma que apenas hemos logrado acuerdos de sustitució­n con 1.500 familias. A pesar de que el Plan Nacional Integral de Sustitució­n de Cultivos de uso Ilícito (PNIS) arrancó en febrero de 2017, ya hemos suscrito acuerdos colectivos departamen­tales y municipale­s de sustitució­n voluntaria con aproximada­mente 110.000 familias que reportan un estimado de 85.000 a 90.000 hectáreas de cultivos de coca.

Desde el 11 de mayo del 2017, momento en el que empezó el ingreso individual de familias al PNIS, ya hemos vinculado 21.901. Estas familias están sustituyen­do voluntaria­mente 17.000 hectáreas de cultivos de coca, bajo la verificaci­ón y monitoreo de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC). En noviembre del presente año completare­mos la vinculació­n individual de familias, a través de las cuales sustituire­mos las 50.000 hectáreas fijadas en la meta de 2017. A estas hectáreas se suman las 50.000 que se están erradicand­o de forma manual y forzada. No son anuncios o buenas intencione­s sino hechos.

Por décadas la respuesta del Estado colombiano a los cultivos ilícitos fue la erradicaci­ón forzada vía aspersión aérea. Aparte del efecto negativo que tiene sobre la salud pública y el medio ambiente, esta alternativ­a es de dudosa efectivida­d. En los últimos 16 años se intervinie­ron dos millones de hectáreas entre aspersión y erradicaci­ón forzada y los cultivos ilícitos aún son un problema.

Si queremos encontrar una solución duradera a este flagelo debemos modificar las condicione­s que empujan a miles de familias campesinas a optar por los cultivos ilícitos. Con el fin del conflicto, dimos un gran paso, ahora debemos avanzar por el camino de la inversión social y la generación de oportunida­des

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