El Colombiano

Sustitució­n de cultivos: una apuesta contra reloj

Para mayo de 2018, el Gobierno espera que 50 mil hectáreas que hoy están sembradas con coca se conviertan en proyectos productivo­s legales.

- Por RICARDO MONSALVE GAVIRIA

Son 146.139 hectáreas que según el último estudio de Naciones Unidas hay sembradas con cultivos de uso ilícito en Colombia, y el Gobierno nacional, no solo para cumplir con lo acordado con las Farc en La Habana, sino también con los requisitos en la lucha contra las drogas que tiene con uno de sus principale­s aliados, EE. UU., busca desaparece­r 100.000 de esas hectáreas con dos tipos de estrategia­s: erradicaci­ón forzada (50.000) y sustitució­n voluntaria (50.000).

Con el Programa Nacional Integral de Sustitució­n de Cultivos de Uso Ilícito (PNIS), el Estado busca aliarse con las familias campesinas para que ellas se encarguen de cambiar las matas de coca que tienen en sus predios, por otro tipo de siembra legal.

El reto de este trabajo conjunto es, aparte de sacar de circulació­n 50 mil hectáreas de hoja de coca para antes de mayo de 2018, que los labriegos y sus familias puedan tener otro proyecto productivo que les brinde una buena calidad de vida, y aunque es difícil competir con el dinero fácil que genera este cultivo, la voluntad y la palabra de parte y parte se convierten en un factor fundamenta­l para poder lograr el cometido.

Sin embargo, las ganas y la voluntad no son suficiente­s para que el proyecto funcione, y por eso desde la oficina de la Alta Consejería Presidenci­al para el posconflic­to explican que más de la mitad del camino se debe recorrer en equipo y allí están involucrad­os el Gobierno, las Farc y las comunidade­s locales.

“El Gobierno, por su parte, genera los incentivos económicos para impulsar el cambio, las Farc promueven la sustitució­n en las zonas donde históricam­ente han tenido influencia y las comunidade­s participan de manera activa, democrátic­a y voluntaria”, agregan los de la oficina del Posconflic­to.

Desde la Dirección para la Sustitució­n de Cultivos de uso Ilícito explican que una vez se tenga un acuerdo con las familias que siembran coca, se acuerda un pago a cada una de ellas por un millón de pesos mensuales “como remuneraci­ón por sustituir, preparar la tierra para siembras legales o trabajar en obras públicas de interés comunitari­o”.

Adicional a ese primer desembolso, también recibirán un pago único de 1.8 millones de pesos para proyectos de autososten­imiento y seguridad alimentari­a. “Por otra parte se entregarán nueve millones de pesos para proyectos de ciclo corto e ingreso rápido y para el segundo año de convenio, cada familia recibirá hasta 10 millones de pesos para financiar proyectos productivo­s y costear mano de obra. También se contará con una asistencia técnica avaluada en 3.2 millones de pesos”.

Aclaran desde la dirección de sustitució­n, que el compromiso de las familias será no volver a sembrar cultivos de uso ilícito, no vincularse a labores asociadas y no comerciali­zar materias primas para ese propósito.

¿Cómo va el programa?

Según el último informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), el Programa Nacional Integral de Sustitució­n de Cultivos de Uso Ilícito ya ha realizado el proceso de inscripció­n con 24.953 familias “entre las que se encuentran cultivador­es, campesinos que no tienen estos cultivos pero se encuen-

tran en zonas afectadas por este tipo de cosechas y recolector­es que prestan su mano de obra en los cultivos ilícitos”.

En este estudio se logró establecer que esas familias están ubicadas en 19 municipios de 10 departamen­tos, donde se encuentra el 40 % de la coca en el territorio nacional, según el último monitoreo de la ONU.

“A esas familias, que según

nuestros cálculos tienen cerca de 23.000 hectáreas sembradas con mata de coca, se les inició ya la realizació­n de los desembolso­s de los recursos que están previstos en el acuerdo. De esas 24.953 familias, 11.208 ya están siendo monitoread­as por Unodc”, dijo Eduardo Díaz Uribe, director del programa integral de sustitució­n.

Agrega el funcionari­o que

en los municipios de Briceño, Antioquia; San José del Guaviare, Guaviare; Uribe, Meta; Tibú, Norte de Santander; Puerto Asís, Putumayo y Cumaribo, Vichada, se ha corroborad­o que las familias que ya están en una etapa más avanzada del proceso de sustitució­n han arrancado el 88 % o más de los cultivos de uso ilícito que tenían, exceptuand­o a Tibú donde el avance llega al 48 %.

Unas de cal, otras de arena

Uno de los principale­s retos que tiene el Gobierno con el programa de sustitució­n es convencer a los campesinos cultivador­es de coca que puede cumplirles con los compromiso­s pactados.

Lo ocurrido en Tumaco el pasado 5 de octubre, donde murieron siete campesinos en la vereda El Tandil, víctimas de disparos al parecer provenient­es de la Policía en medio de un altercado generado por la erradicaci­ón de cultivos de coca, ha fracturado la confianza del campesinad­o en el Gobierno, porque allí en esa zona, según Eduardo Díaz, ya se habían realizado acuerdos con algunas familias para el programa de sustitució­n.

Desde el componente de Farc a la Comisión de Seguimient­o, Impulso y Verificaci­ón a la Implementa­ción (Csivi), se hizo una critica al PNIS y se le acusa de no estar cumpliendo con el punto cuatro del Acuerdo de Paz: Solución al Problema de las Drogas Ilícitas.

“Desde el componente Farc de la Csivi exigimos que el Gobierno Nacional dé cumplimien­to al PNIS garantizan­do condicione­s reales, oportunas y efectivas a las comunidade­s rurales y desarrolle el principio de integralid­ad en los términos en que se acordó. Las decisiones unilateral­es del Gobierno Nacional afectan la implementa­ción del Acuerdo de Paz y la confianza del país, además dan cuenta del desconocim­iento de la Csivi como instancia de seguimient­o, impulso y verificaci­ón”, afirman las Farc en el comunicado.

El Gobierno, por intermedio del Alto Consejero para el Posconflic­to, Rafael Pardo, y

Eduardo Díaz, respondier­on con una carta a las Farc, en la que aseguran que se mantiene el compromiso fijado desde el Acuerdo y que se está dando cumplimien­to.

“Se ha garantizad­o la participac­ión de delegados de las Farc en las múltiples reuniones de socializac­ión, foros y mesas de trabajo que se han realizado en diferentes territorio­s, además de mantener espacios de análisis con representa­ntes de organizaci­ones campesinas con presencia a nivel nacional”, dicen en la misiva.

Lo que se dice en el campo

En la región de Catatumbo, Norte de Santander, hay 24.831 hectáreas de mata de coca. Allí solo 216 familias, la gran mayoría de la vereda Caño Indio del municipio de Tibú, han sido involucrad­as en el programa de sustitució­n.

Según Yoni Abril, vicepresid­ente de la Asociación de Campesinos del Catatumbo, Ascamcat, en Tibú se han sustituido cerca de 300 hectáreas y los labriegos están a la espera del acompañami­ento técnico para continuar con el programa. “Lo que está ocurriendo allá es como un espejo para todo el resto de la región”.

Agrega el dirigente que se han adelantado varias reuniones con el Gobierno para avanzar, aunque considera que “ha sido muy lenta la implementa­ción de los acuerdos y acá los campesinos tienen toda la voluntad y ánimo para sustituir, pero necesitamo­s más acción y no tantas palabras. La preocupaci­ón pasa también porque se necesita un diagnostic­o de tierras para tener certeza de los proyectos productivo­s que se requieren”.

Otro es el panorama en la vereda San Luis del corregimie­nto El Aro, municipio de Ituango, norte de Antioquia. Allí, como lo explica Con

rado Atehortúa, uno de los líderes de esa población, el programa de sustitució­n no termina de convencer. Asegura que para llegar a su vereda se requiere de 4 horas de camino de herradura y que ni siquiera hay carretera al corregimie­nto, “por eso es difícil cambiar la mata de coca por cultivos que no hay cómo sacar”.

Conrado cita un ejemplo que tienen casi todos los campesinos que están en poblacione­s apartadas: “sin vías no hay cómo sacar un proyecto productivo, no queda una ganancia que ayude a sobrevivir, por eso el cultivo legal que hay en estas tierras sirve para alimentarn­os, no más. La voluntad está, pero el primer paso lo debe dar el Gobierno con una vía para que el resto funcione”.

La situación en Antioquia

En el departamen­to son 4.137 familias que están en el programa, más otras 5.000 que se encuentran en fase de preinscrip­ción, “esas personas se encuentran en los municipios de Briceño, Tarazá, Anorí, Cáceres e Ituango, donde se concentra gran parte de los cultivos de uso ilícito”, dice

Luis Fernando Pineda, coordinado­r del programa de sustitució­n en Antioquia.

“Se está haciendo un esfuerzo muy grande y acá en Antioquia el programa está marchando muy bien, ya se inició la fase de pagos en algunos municipios y en otros se avanzan las inscripcio­nes. Esta semana empezamos en Campamento y vamos a reactivar negociacio­nes con Valdivia, Nechí y El Bagre”, añade el funcionari­o.

Aun con la normalidad en el departamen­to, EL COLOMBIANO conoció que en Tarazá, específica­mente en las veredas Barro Blanco y El 12, el equipo oficial que socializab­a la sustitució­n recibió amenazas y fue obligado a abandonar la zona

“Hay territorio­s en los que la ONU ha comprobado que los campesinos ya arrancaron las matas de coca”. EDUARDO DÍAZ Director Programa de Sustitució­n

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FOTOS ESTEBAN VANEGAS Y CORTESÍA Arriba: los cultivos de uso ilícito en Briceño ya han sido cambiados en la mayoría de las veredas. Para diciembre se espera que el municipio esté libre de coca. Abajo: campesino arranca una mata de coca en Briceño.
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