LA DIPLOMACIA DEL DESQUICIADO
La presidencia de Barack Obama centró sus esfuerzos políticos en asuntos internos, pero, al final de sus días, se preciaba de dos grandes triunfos en relaciones internacionales. El primero, de capital importancia para el hemisferio, fue el anhelado descongelamiento de las relaciones con Cuba tras un bloqueo de más de medio siglo. El segundo, y quizá más importante para la geopolítica, fue el acuerdo nuclear alcanzado con Irán. Ambos, resultado de un paciente hervor diplomático de varios años, son ahora el objetivo del desquiciado que habita la Casa Blanca.
Con Cuba, Trump plantea volver a la época de incertidumbre y seguir las ideas que no llevaron a nada desde la Guerra Fría. Sanciones económicas, dis- cursos subidos de tono, retiro de cuerpos diplomáticos. Aplaudido por el grueso del Partido Republicano, el presidente de E.U. no le otorga demasiado tiempo a la isla porque considera que el desprecio es su mejor jugada.
En cuanto al acuerdo con Irán, su intención, anunciada públicamente hace una semana, es no certificar los compromisos nucleares alcanzados en el 2015 en los que se levantaron las sanciones económicas con la promesa de Teherán de limitar su programa científico a los intereses civiles. Aunque la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) es garante del pacto y asegura periódicamente que la República Islámica cumple con su parte, Trump insiste en que es un factor de inestabilidad en los conflictos de Medio Oriente.
Israel y Arabia Saudita, enemigos públicos de Irán, celebraron los pasos dados desde Washington, mientras Europa criticó la liviandad con la que se pretende desestabilizar un objetivo largamente buscado. Si a la angustiante crisis abierta con Corea del Norte le sumamos los primeros pasos hacia una dispu- ta, al menos dialéctica en sus momentos iniciales, con Irán estaríamos entrando a un periodo de incertidumbre nuclear como no se ha vivido en este siglo XXI.
Donald Trump parece disfrutarlo todo. Se jacta de su ignorancia, de demostrar en público que no entiende lo que hace, de los pasos burdos que llevan irrestrictamente a una crisis mundial y de la forma en la que ha hecho desaparecer la comunidad internacional porque “América está primero”.
El caos que se apropió del Salón Oval se cuela rápido en las relaciones internacionales mientras los límites de lo políticamente permitido se desdibujan. Que todo se vaya al diablo que ahora vivimos en un reality show
Donald Trump se jacta de la forma en la que ha hecho desaparecer la comunidad internacional.